Recordaba mi amigo Fordiño (José Luis Vázquez), aquella famosa frase ochentera de “son malos tiempos para la lírica”; porque entonces -y sobre todo ahora-, no está de moda. Pues este tiro de gracia de regreso está dedicado a la lírica a toda vena, a todo volumen. En estos tiempos grises, a pringarte en las zonas donde pisas cristales rotos y huele a humo de artillería. El territorio comanche que veis desde vuestros cómodos sofás, pero que está al lado de vuestra casa. A ver si lo igualas, porque en este mundo blandito que consume minidosis de solidaridad megaosea para calmar conciencias traidoras, safaris fotoselfies con los pobres (qué asco, date prisa que huele), o poses dictadas para ser superiormente moral por 30 monedas de plata, hay gente que no escatima. Hoy os hablo de la anterior madre superiora de la residencia de ancianos Teresa Jornet de Ciudad Real.

Lo que primero llama la atención es que todo el mundo la llamaba “La Madre”, asumiendo una mezcla de respeto y liderazgo que pocos comparten en la milicia, quizás don Pedro Érice, que es decir mucho para los iniciados. Es mayor, pero no vieja. Tiene carácter para lidiar con una banda de orcos albañiles, pero a la vez mano de seda para tratar con ternura infantil a los ancianos. Se levanta a las 5 de la mañana para desarrollar, cantos en buen latín aparte, una enorme e infatigable labor durante la larguísima jornada. Es de destacar el entusiasmo con el que aborda cada tarea, el ánimo que insufla, canturreando constantemente. Siempre la palabra amable, la broma para cada enferma, el guiño y a veces el seguir la corriente que es lo único que queda. Con el debido respeto, parece jodidamente feliz, y de hecho lo es. Llama la atención en una España con influencers deprimidas a pesar de que lo tienen todo. O es porque que no tienen nada. Porque como decía un personaje revertiano, las cosas de auténtico valor no lucen, pero pesan.

Todavía no se si efectivamente conoció a mi madre con 16 años yendo a pedir, una ocasión en la que mi abuelo las llevó gratis en el Taxi a Torrenueva, o es que me está vacilando para seguirle la corriente a mi madre. Como cuando le recuerda cada día a ella que mañana se viene con nosotros a casa (a la casa de mis abuelos CON mis abuelos), que ya tiene preparada la maleta. Porque procrastinando a mañana, cuando el ayer se te olvida, permite aguantar ya cuatro años. Y no hay que hacer perder la esperanza, porque a veces es lo único que se tiene.

De cerca, si te fijas bien, ves algunas arrugas de cansancio, unas gafas gruesas y algunos tics o cicatrices de la batalla diaria, de renuncias, de ausencias, de mil cosas que sólo sabe ella. Porque también es una personita, y eso es lo más grande. Como ese lema que dice que si eres bueno debes demostrarlo sin olvidar que eres uno más. Y viendo ese carácter, recuerdo a locos con los pelos largos que se juntaban con las mujeres y los pobres y echaban a latigazos a los mercaderes del templo. La clase de personas que no se rendían, que inspiraban. Seas monja o representante sindical, como mi amigo Asterio. La clase de comportamiento que, literalmente, se define como Santidad, en el auténtico sentido de la palabra.

Hace pocos días se cambió de residencia por órdenes o porque tocaba. Para muchos ha sido un palo, porque la echaremos de menos, pero ya se sabe aquello que decía Calderón: La forma como ha de ser es ni pedir ni reusar… Ni pedir ni negar, qué buen lema para el que tenga arrestos de intentarlo. Y recuerdo a Sor Encarnación (ni os había dicho el nombre), y pienso que seguimos teniendo la mejor infantería del mundo. Que son esas personas las que aguantan sobre sus cansadas espaldas un mundo en un tente-mientras-cobro universal. Que el día que alguno de estos pilares se venza, va a caer todo como un castillo de naipes. Me doy cuenta que estos luchadores son los que valen la pena, porque son los que no se rinden nunca. Por eso fuimos invencibles y lo seguiremos siendo, porque esto no se puede comprar con sucio dinero. (Aunque, dicho sea de paso, las limosnas serán bien recibidas Y GESTIONADAS). Un abrazo, Madre.

