El sábado murió (se me murió, captad el matiz) un gran amigo, uno de los tres Asterios que quedaban en España, según sus propias cuentas. Fue gran amigo de mucha gente de lo más variopinto, lo cual ya da idea de lo especial que era. Paradójicamente se le puede definir bien con pocas palabras y a bocajarro (de la misma forma que él hablaba): un tío de una pieza. Recopilando reflexiones de sus amigos, una de las mejores personas que hemos conocido entre todos juntos en nuestra vida, y os aseguro que somos muchos y algunos muy viajados.

Algunos de vosotros lo conocíais. Pero otros también lo conocíais sin saberlo, porque era una de las personas con las que confeccionaba los retales de mis personajes literarios como Juan García. Algunas de las cosas que he ido escribiendo a lo largo de estos años, en cuanto a vivencias y caracteres extraordinarios, se las tomé prestadas a él.
En realidad era (seguirá siendo) un personaje. Bajito, pero con unas cualidades físicas y morales impresionantes. Las únicas posibles para aguantar tiempos jodidos como los de nuestros abuelos. Las que se perdieron por el camino y las que echamos tanto de menos en estos días blandos de tanta corrección política que nos abocan al abismo.

Hablaba recio y a bocajarro, con acento de pueblo, de hombre trabajador de los de antes, de los que eran de pedernal. Leal y cómplice de secretos, como ya hoy solo lo son los mejores animales, ningún humano. Lo conocí montando en bicicleta, y al poco tiempo se convirtió en referente de muchas cosas para mi vida. Como alguna vez escribí, es una de las personas con las que cruzaría un infierno, porque sabes que si algo te sucede te llevaría de vuelta sobre sus hombros. Literalmente. Comparad a vuestro alrededor, contad con los dedos a ver si tenéis suerte de extender alguno.

Era peculiar. Recuerdo que hemos compartido bici, muchas cuestas y muchos silencios juntos, y no sabéis lo que eso une. Recuerdo la primera gran aventura en el Sáhara Bike. El día de los casi 100 km por el desierto con el aire en contra lleno de arena que te lastimaba la cara, con los del Land Rover al lado diciendo que subiéramos. Estuve casi la mitad de tiempo esperando que Asterio pusiera pie a tierra para hacerlo yo, pero el cabrón no se bajó. Cuando se lo confesé por la noche me dijo: “Yo también estaba esperando que tú te bajaras para hacer lo mismo”. Esa frase se convirtió en la referencia vital de la andadura de Luis, el doctor de los ajos, y un poco de esa forma acabó la tesis.

Era un portento físico. Tenía unas de las piernas más definidas que jamás he visto, profesionales incluidos. En su honor bauticé un ron cubano que preparaba. Ron Patas Recias. Os adjunto la foto. La gente se le quedaba mirando las piernas en el Camino de Santiago y le decían muy serios “lleva tranquilo a tú amigo”, a pesar de que era él quien estaba desentrenado. Daba igual, él a medida que pasaban los días iba cogiendo forma, mientras que yo acumulaba cansancio. Pasamos Santiago y llegamos a Finisterre, meta hereje del viaje. Y les gritamos “hijos de puta” a los de enfrente. Un figura.

Su leyenda la acabó de fraguar en las lejanas tierras Asturianas, en el intento de subir el Angliru, olimpo del ciclismo. La noche antes salimos de marcha y fue acostando primero a los de Ciudad Real y luego a los de Mieres. Continuó solo y se hizo amigo de medio pueblo. Regresó a las cuatro de la mañana hecho polvo, y yo me dije que al día siguiente ya no hacíamos bici. Se levantó media hora tarde cabreado porque no le habíamos despertado y sí, subimos el Angliru, con resaca. Nos quedamos en la Cuña les Cabres por la nieve. Asterio se quitó la camiseta y se fumó un cigarro para celebrarlo. Con un par. Preguntad por él en Mieres. Lo conocen como el Anglurio y querían presentarlo a alcalde.

También corría bien. En una San Silvestre lo querían sacar de la salida porque estaba fumando en el calentamiento “venga, fuera los acompañantes”. Casi no se creen que era corredor, “vamos, cachondo”. Hizo una gran marca.

Era desesperadamente coherente. No gorroneaba internet en el trabajo. Fue representante sindical, y me acuerdo que criticaba a algún compañero que tomaba medidas a favor de sus propios intereses sin pesar en los demás. Lo tenía claro. Un día hizo huelga porque lo consideraba justo. El solo, pero no se fue a casa. Se plantó con una silla plegable y una nevera toda la jornada laboral en la entrada del trabajo. Hasta salió el jefe a preguntarle si le hacía falta algo. Así es como se gana el respeto la gente. Con hechos, no con palabras. Comparad el panorama.
Jamás se enfadaba. Quizás porque vislumbrabas las cosas importantes de la vida. Como los jarretes y las gachas. Hay que tener cojones para separar a dos chicas bailando juntas en Lekumberri para pedirle salir primero a una y luego a otra. “Vete pa Madrid”–“No soy de Madrid, soy de Alcazar. ¿No bailas?”. Por arrojo o porque llevabas un desodorante que se llamaba “Night Attack”, artista.

Leía mucho. Tengo todo salpicado de cosas suyas, plantas o muebles, fotos y recuerdos. Hasta cicatrices de intentar seguiros bajando, cabrones. Uno de tus regalos fue la mejor poesía que he leído desde hace muchos años: las letras de Marea. Gran rockero. Te gustaban esos grupos de música que decías que sacaban las cintas en vinilo rojo para advertir que reblandecían el cerebro. Tuviste como locales de referencia el “Chente” y “la Cueva”, mágicos lugares que aparecen en algunos de mis relatos sobre futbolín. Tuya es la anécdota con Manzaneque que relaté aquí. Te pinté hasta algún cuadro que está firmado con vino.
Te fuiste con expresión plácida, sin querer molestarnos ni preocuparnos a los amigos. Tumbado en el sofá. Pero puestos a liarla, el día que cumplías 52, para fastidiar al de la estadística, para hacerle dudar al nota entre poner 51 o 52. Una última broma, porque al final es to mentira.

Bueno, así son las cosas. Me quedo con las muchas, muchas cosas vividas. Dice Perez-Reverte que las amistades se nutren de rondas de vino, estocadas hombro con hombro y silencios compartidos; y de todo tuvimos mucho. Me vuelvo a avergonzar, con tu misma coherencia, de no ser capaz de sacar un remedio para el cáncer aunque trabajo en ello. Porque las cosas son así de lentas, porque esto es una mierda en la que cada uno se mira el ombligo. Cuánto nos hace falta tener gente como tú. Solo puedo intentar escribir para que algunos chiquetes jóvenes alucinen cuando saquen la película de esto y a lo mejor reflexionen un poco.
Al final quiero pensar que las cosas se repiten y que igual que en Marruecos, tú llegabas una hora antes a meta y cuando llegaba yo ya tenía montada la tienda de campaña. Conociéndote seguro que nos tienes montado algo interesante. Hasta siempre, amigo. ¡Ahí va chavallll…!. La que nos has liado.

Descansa en Paz, mi buen amigo.
Espérame allá donde estés.
Siempre amigos, siempre juntos.
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Hola, no te conozco personalmente pero conocía a Asterio, compañero de entreno y carreras. Leyendo tus palabras, se me han caído unas lagrimas al recordarlo, sobre todo en esos momentos y anécdotas que lo hacían tan especial.
Gracias por tus palabras.
Grande Asterio
🏃♂️🚴♀️🥇🤟🎼🎸😈🍺
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Un abrazo, Rafa
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Qué tristeza….
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