Propagación del coronavirus (se les huele y se les oye)

Hace un tiempo escribía aquí sobre la dispersión de aerosoles de coronavirus. Hace pocos días, tarde como otras veces al reconocer la pandemia o la necesidad de mascarillas, la OMS reconoció la transmisión aérea del virus mediante aerosoles. Y posiblemente sea la primera vía de contagio.

Esta circunstancia plantea un cambio a la hora de la lucha cotidiana, la de cada individuo, contra la propagación de la pandemia. Aporta, quizás, algo de luz en un enorme misterio del que nos falta mucho por saber. Enigmas, piezas que no encajan en ninguna posición, evidencias que implican que mucho de lo que creíamos saber era erróneo; que no hemos tenido en cuenta posiblemente lo más importante.

Paradójicamente, esta frustrante situación de reconstrucción detectivesca sin contar con todos los hechos, de escoger el hilo correcto entre infinitas posibilidades, es la que estamos preparados para afrontar aquellos que nos dedicamos a la investigación. Es nuestro medio. No significa que sepamos cómo descubrir la verdad. Simplemente que de los todos los cabos a la vista solemos escoger el más razonable empleando un procedimiento repetitivo, razonable, y que da distinto peso a las diferentes hipótesis en función del tipo de prueba con las que las contrastamos. Seguimos un único procedimiento validado desde hace varios milenios que nos permite avanzar e incluso discutir entre nosotros. Con hechos, con pruebas y argumentos: se llama el método científico. 

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Os recomiendo que no escuchéis a aquellos que no lo aplican, fijaos en los negacionistas. Eligen uno de los cabos porque les gusta su color, simplemente. Asumen ese argumento y lo esgrimen hasta el final, olvidando todos los demás independientemente de que los datos vayan cambiando. Evitando contrastar siempre. Siempre. Como hábito científico diario que puede llevarte a cambiar muchas veces de opinión o a no ser capaz de establecer una clara. Pero sabes cuándo dudas y cuándo no. Como decía Quevedo a través de la mano de Perez Reverte: desconfíen vuesas mercedes de quien es lector de un solo libro.

Y la posibilidad (fijaos que sigo diciendo posibilidad) de que gran parte de la transmisión del coronavirus sea por vía aérea, nos genera algunos cambios en la liturgia diaria de protección. La primera es posiblemente que no es necesario desinfectar las superficies de forma tan agresiva como lo estábamos haciendo hasta ahora. Este hecho hay que cogerlo con pinzas, no quiere decir que lo olvidemos, yo no lo haré. Solo que habrá que hacerlo adecuadamente, y que cuando empecemos a pensar en la cantidad que contaminación que hemos vertido al medioambiente como consecuencia de este procedimiento nos echaremos las manos a la cabeza. Pero bueno, otro daño colateral.

A lo que me refiero es a que nos tenemos que fijar en aquello que no vemos, en el aire. Como causa de aquellos contagios que a veces no éramos capaces de explicar. Y os voy a lanzar una opinión personal que no os va a gustar a muchos de vosotros. Es una conjetura que explica el porqué de tanto contagio precisamente en este país. La lanzo hoy, veremos si tengo razón. Opino que hoy a muchos de los contagiadores es fácil identificarlos: se les huele y se les oye. Cuando todos nos ponemos la mascarilla no hay problemas, pero pensando en los aerosoles hay un momento en el que un tipo de personas tiene barra libre para contagiar a todos aquellos con los que se encuentran en la calle, y legalmente en España sin mascarilla: estoy hablando de los fumadores.

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Si os cruzáis por la calle con un fumador o pasáis por donde ha pasado seguro que podéis oler el humo de su tabaco. No digo ya en un sitio cerrado como un pasillo o un ascensor. El problema es que en la calle está permitido fumar sin mascarilla. Y el humo del cigarrillo no es ni más ni menos que un aerosol como el del coronavirus que puede tardar un buen rato en dispersarse, y eso sin pensar que puede ser un medio perfecto para emulsionarse y estabilizarlo. Es decir, que la norma de fumar a más de 1,5 metros cuando se cumple, no evita que te sumerjas en una nubecita de humo que no ves pero que puede propagar un virus mortal, si el fumador está contagiado. Si te cruzas o pasas por un aerosol con una mascarilla quirúrgica, estás jodido.

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Uno de los países del mundo que menos tasa de contagio tiene es Japón. Curiosamente está prohibido fumar por la calle. Entiendo que si esta reflexión la hago yo ahora cualquiera puede hacerla, y seguro que ya lleva más de un año impresa sobre la mesa de gente importante. El problema es el negocio para el estado de los impuestos del tabaco, el propio negocio de las tabaqueras y otras cosas de las que prefiero no enterarme.

La segunda es la de la gente que habla a voces o grita. Propagan un chorro de aerosol entre 10 y 50 veces mayor que con una respiración normal. Y si llevas puesta la mascarilla mal ajustada estamos hablando de la misma siembra de aerosoles malditos. Paradójicamente en países como Japón o Taiwan (6 muertos totales en un año a causa de la pandemia), no se habla a gritos por la calle. Es de mala educación contestar al teléfono en el metro o en autobús. Y ya no digo bajarse la mascarilla para hablar por el móvil, pegando voces sin darse cuenta que el que llamas tiene teclas en su aparato para regular el volumen si quiere.

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En fin, no os pongo mal cuerpo pero pensadlo, por favor. No acuso a nadie, simplemente os pido que escuchéis mi reflexión. De lo que estoy seguro es que si todo el mundo tuviéramos la mascarilla todo el tiempo por la calle y en sitios públicos, sería equivalente a estar confinados. Y los confinamientos funcionan, ¿verdad? Cuidaos y cuidadnos mucho.

Publicado por docgracia

Investigador, ciclista y escritor...

2 comentarios sobre “Propagación del coronavirus (se les huele y se les oye)

  1. Sin mucho,o mejor sin ningún conocimiento científico, voy por la calle huyendo de los muchos fumadores, que nos regalan sus malos humos. Sin ir más lejos hace unos días un joven esperaba a su hermano menor en la puerta del Colegio Cruz Prado en Ciudad Real Capital, con su mascarilla en la barbilla y su cigarro en la boca y a su alrededor todas las personas que igualmente esperábamos. Le pedí que apagara el cigarro y se pusiera la mascarilla. Conseguí que se desplazara dos metros, volví a insistir y ya se me unieron algunas madres, que me comentaron que lo hace todos los días. Supongo lo seguirá haciendo, no tenemos un guardia para cada desaprensivo.

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