Dicen que el cerebro humano es increíblemente plástico. Que se adapta a los estímulos recibidos en el aprendizaje para amoldarse al entorno. Por lo visto, cerebralmente no diferimos tanto de un congénere de hace 40.000 años. De hecho, si trasladásemos desde pequeño a uno de nuestros antepasados a nuestros días no notaríamos la diferencia. El problema que tenemos es precisamente el entorno al que hemos sometido a las últimas generaciones, porque el cerebro humano se ha comportado de forma plástica, es su carácter. Y plástico significa que cuando se adapta a una forma ya no puede volver a su posición original.

Empezamos con toda una serie de reformas educativas basadas en la no competitividad, arrojadas como arma política en vez de ser consensuadas en lo razonable. En premiar a todos con lo mismo (o casi) independientemente del esfuerzo. No sé si fue por evitar a jóvenes generaciones las carencias que pasamos las anteriores, pero el caso es que el resultado no puede ser más devastador. No apunto a culpables, solo indico hechos. La culpa será de Fuenteovejuna.

No podemos permitirnos como sociedad que, teniendo los mejores medios de la historia, hayamos educado una generación de jóvenes sin valores ni conocimientos de lo realmente importante. Y esos jóvenes crecen y ganan dinero. Llegan a cargos de responsabilidad y entonces pasa lo que pasa. Que se siguen esperando a que les digamos lo que tiene que hacer, o buscan en google la aplicación para darle al botón de “play” y que la vida real se resuelva como por arte de magia. Pero eso no es lo peor.
Hay youtubers millonarios que no quieren pagar impuestos y se piran a Andorra. El argumento del debate que debería suscitarse no es si es que esos impuestos están bien estructurados y gestionados, no. Aparecen estudiantes de la universidad pública con becas diciendo que ellos harían lo mismo si pudieran. Chicos que han recibido tratamientos costosísimos de quimioterapia, esa que sus papás no hubieran podido pagar en USA, diciendo simplemente que hagan lo que quieran. Que cada uno haga lo que quiera.

Y el problema no es suyo, pobrecitos. El problema es que no saben diferenciar un huevo de una gallina. No saben lo que es la guerra civil, no saben ni quieren saber de política. Se la pela saber cómo se organiza esto. Que cada uno haga lo que quiera, dicen, sin saber la enorme diferencia entre el anarcosindicalismo y el anarcoliberalismo, que es por donde ellos llevarían los tiros si se plantearan honestamente esa postura y sus consecuencias, con la experiencia previa de haberse aplicado en la historia.
Culpa nuestra. Por no saber enseñar la diferencia entre valor y precio. O simplemente el valor de las cosas, lo que cuesta ganar cada cosa y cada idea. El tiempo que hay detrás de cada céntimo, diferenciar lo ganado justamente de lo robado, lo que costaron a otras generaciones cosas que hoy son gratuitas: saber que ese precio fue a veces literalmente sangre.
Mal vamos. Les hemos acostumbrado a una recompensa automática, sin enseñarles a que en el mundo las cosas no funcionan así. Fijaos como se establecen las reglas entre los animales desde el principio de los tiempos. En la naturaleza cuando una especie se vuelve así se extingue sin contemplaciones o es invadida por otra más fuerte que la somete para sobrevivir. Se llama evolución.

No leen. No hacen lo que estáis haciendo ahora. No pueden concentrarse en el protocolo lento de avanzar en las páginas de un libro, que te permite o te obliga a veces a parar y reflexionar. Que te modelaba la mente plástica en un ejercicio de abstracción, de aprendizaje. Solo son capaces de ver videos cortos y estridentes, hechos para no pensar. Estamos perdiendo de este modo la capacidad de aprendizaje como especie, de abstracción de ideas. No de aprendizaje repetitivo de cosas y consultarlo todo en google, eso no es aprender. Me refiero a la capacidad que antes se inculcaba y permitía analizar un problema para poder entender un concepto, poder explicarlo en lo sucesivo y poder aplicarlo en la resolución de problemas que en circunstancias como esta sean lo que nos permita sobrevivir como especie. Lo hemos jodido, porque todo el sistema se adapta a ellos, en mandarles mensajes de esta forma porque son un mercado inmenso, el mercado de los consumidores de mierda del futuro y del presente. Lo terrible es que esta situación conviene mucho a los vendedores de basura, tener una masa enorme de consumidores que no discute, no discrepa. Se cree lo que le dices y te compra las ideas y las porquerías que le metes en vena a través de la telepantalla. Y encima con la idea feliz de que cada uno está haciendo lo que le da la gana.

Son más altos y más guapos. Y nada más, porque eso es todo lo que tienen. Por fortuna todos no son así, hay muchos enormemente nobles y llenos de valores. Pero son nadadores en contracorriente en un rio cada vez más caudaloso. Espero que podáis aguantar mucho tiempo la respiración chicos, os va a hacer falta cuando no estemos aquí.