Tal día como el domingo pasado, durante 10 años consecutivos las tropas andalusíes (almohades) subían a la fortaleza de Alarcos a celebrar lo que ocurrió en 1195. Aquella vez, tras mucho discutir, los cristianos salieron huyendo y los andalusíes detrás. Esto también sucedió en 10 ediciones de la Cicloturista Batalla de Alarcos (ma’rakat al-Arak).
Para muchos amantes de la bici la Batalla de Alarcos era una prueba incluida en el Calendario Nacional de Gran Fondo, que incluía en su recorrido la subida al castillo y transitaba parcialmente por los citados lugares históricos. La organizaba la Peña ciclista el Prado de Ciudad Real, siendo el máximo responsable uno de sus miembros: Alfredo Silveira. La idea nació cuando siendo Alfredo presidente asistió a una cicloturista de Medina de Pomar, y quedó fascinado al ver a cientos de chicos en la prueba. Soñó con repetir eso en la Mancha, y tuvo el valor y las ganas para atreverse y trabajar por ello. Para los aficionados locales era el momento culminante de la temporada, porque era una prueba larga (más de 180 km) y con bastante desnivel acumulado pese a desarrollarse en estas tierras. Era un desafío a nivel de organización y participación para un club modesto, y francamente fue un éxito durante sus X ediciones a tenor de los resultados en cuanto a número y satisfacción de los participantes, superándose la cifra de trescientos la mayor parte de las ocasiones. Había clubes ciclistas que venían de toda España, incluso algunos equipos traían a los juveniles para foguearlos. Todos los años se homenajeaba a un ciclista, gracias a lo cual pudimos rodar junto a grandes figuras del pelotón como Felix Garcia Casas, Fernando Escartín, Pavel Tonkov, Paco Cerezo, Andres Bermejo, Oscar Laguna, Alejandro Valverde, Rafa Diaz Justo o Eleuterio Anguita, que inauguró la lista y que siguió implicado en la elección de futuros candidatos.
La organización de la prueba generaba un estrés muy alto desde meses antes de su celebración, normalmente el 31 de Mayo. Con la crisis y los problemas económicos su continuidad era cada vez más difícil y tuvo que acabarse finalmente. Estuvo bien mientras duró, entre todos se hizo un buen trabajo. Hasta hubo veces en los que los miembros de la Peña pagaban la inscripción sabiendo que no la podían acabar para ayudar a sufragar el evento. Es para estar especialmente orgullosos.
Durante los días o semanas previas se dormía poco. El fin de semana de la prueba el trabajo comenzaba el viernes por la tarde y era agotador hasta el domingo. Ni Alfredo ni muchos organizadores pudieron participar en ninguna edición. Los últimos años se puso de manifiesto que era inviable la realización de la marcha, ya que la participación bajó mucho y había una serie de gastos fijos, independientes de que vinieran 100 o 500 participantes. Quizás como característica de la marcha cabe citar el cariño con el que se organizaba y el trato a los participantes. Tuvimos muchas felicitaciones por lo original de los regalos. A todos se les entregaba un queso DO (de más de un kilo), una botella de vino manchego y a veces un bote de berenjenas. Fue todo un éxito. Preguntad todavía hoy, ese recuerdo perdura y lo acompaña una sonrisa.
Tantos años dan para muchas anécdotas. Como cuando le das el dorsal a un chico con cara de sueño y estás un rato hablando con él. Te dice que estuvo trabajando hasta las dos de la mañana de camarero, traía licencia de independiente. Piensas: “Uno más que se conformará con terminar”. Casualmente fue el que ganó ese año, a 37Km/h de media.
Otro año el homenajeado fue Pavel Tonkov, ganador del Giro de Italia. Residía en Córdoba y regentaba un Hotel pequeñito en el Judería. Salió disparado, y bajaba los puertos que daba miedo pese a que ya que llevaba años sin montar en bici. Hizo aproximadamente la mitad de la prueba y se subió en un coche de la organización para seguir disfrutando de la jornada.
El año que vino Alejando Valverde estaba sancionado y no podía participar. Venía de Sierra Nevada, ya que estaba concentrado. Vino de una manera totalmente desinteresada y comimos con él. Obviamente nos hicimos muchas fotos y al tocarle la espalda, se le notaban todas las costillas. Era un enorme profesional, que a pesar de estar sancionado, seguía entrenando igual o incluso más duro.
Otro año participo un tándem en el que iba Felix el de la Once y vino un tal Oleg Chuzhda, ciclista profesional del Caja Rural. Su padre, que fue un gran ciclista, fue todo el rato con ellos y les iba esperando. Ganó el tándem, porque al llegar a meta no les esprintó. Un gran tipo. Alguien le recuerda viendo llegar a todos los corredores desde la barra de la cerveza.
Hubo ocasión hasta de sufrir sabotajes, puesto que la recta de Porzuna hasta el cruce de la Toledana fue sembrada de clavos por algún desaprensivo. Hubo muchísimos pinchazos, incluidas dos motos de la Guardia Civil. Recuerdo a algunos mecánicos echar mano de los parches y disolución porque se habían acabado todas las ruedas de repuesto. Tuvo cabida hasta un despiste enorme, un año que varios participantes de Valencia no vieron el cartel de desvío en el cruce de la Toledana y se fueron hasta el Molinillo. Hicieron 50 kms más, aunque se lo tomaron muy deportivamente.
También se vivieron momentos muy delicados, como el de de un accidentado al salir del puente de Malagón; fue una caída muy fea de cabeza y con pérdida de conocimiento algún tiempo. Tuvo que venir una UCI de C. Real y todavía hoy recuerdan el hilo de sangre que salía de un oído. Pudo ser muy grave, pero al final pernoctó en el Hospital y se pudo ir sin problemas a casa. Muchos sinsabores, pero también pequeños detalles que al final animaban a seguir adelante. Mucho trabajo y mucha responsabilidad, y mucho miedo escénico hasta que entraba el último participante en Meta.
Hubo muchos momentos de camaradería. Como cuando la hicimos un grupo de diez ciclistas de la Peña y la terminamos todos juntos, dando relevos al km, salvo las subidas que íbamos esperando para reagrupar. Todavía recordamos el abrazo que nos dimos al llegar. Entre ellos venía nuestro amigo José María.
El cariño en el trato era especial. Alguno que iba en un grupo delantero cuando llegó a Porzuna se encuentra a Pedro el murciano, Esteban y Domingo a cargo del avituallamiento. Le tenían preparado un bocadillo de queso manchego y una cerveza. Se lo tomó conversando con ellos y luego acabó en muy buena posición. Perdió algo de tiempo, pero a cambio disfrutó el mejor bocadillo de queso de su vida. Todavía se acuerda de eso y se ríe. Este que escribe se acuerda del trago de vino blanco fresquito tomado de una botella con caña con una tapa de queso, y que al reanudar la marcha Pedro se dejó la vida en darme un empujón que me hizo sentirme un profesional. Gracias, amigo.
Efectivamente, era muy especial. El trabajo de Alfredo, de Ricardo (el presidente actual) y los colaboradores fue extraordinario. Esos momentos revelaban el carácter de muchas personas. Gente de la Peña que apenas salía ya, pero que eran LOS PRIMEROS a la hora de echar una mano. Quizás muchos no supimos reconocer el trabajo que lleva organizar una marcha como la Batalla de Alarcos. Desde la perspectiva que da la distancia, hoy la valoraría como una marcha en familia. Alfredo se alegra, modesto, de haber estado allí y haber compartido con todos esta experiencia. Yo me alegro de seguir rodando con él y con un gran grupo de amigos. Un aplauso por él y por todos vosotros.
Dos detalles: lo de «algún desaprensivo» queda demasiado suave pal chinchetero, pero eres mu fino Ignacio.
«Preocupacion hasta la llegada del último», recomiendo ver las clasificaciones y recuerdo tu primera Batalla y la mía la hicimos junticos, pero el último era yo. Me abandonaste saliendo de Porzuna en la cuesta.
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