(Ganador I certamen APAIPA de relato breve)
Lo primero que hizo el homínido al erguirse sobre las patas traseras fue mirar a la luna y, enamorado, soñar que algún día un descendiente suyo caminaría sobre la gran bola blanca.

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Luisa lleva soñando desde que le diagnosticaron su enfermedad, a los dos años de edad. Soñó con practicar deporte, con hacer carreras con su sillita de ruedas. Soñó en no escuchar a los hombres de la bata que tras los cristales negaban con la cabeza y hacían llorar a mamá, aquellos que le hablaban con compasión sin mirarle a los ojos. Soñó en hacer caso a aquellos que le recomendaron aferrarse al deporte para superar su enfermedad. Durante muchos años soñó que el dolor no existía, que no había bordillos, en sillas de titanio con cubiertas especiales para el campo. En un sueño Luisa aprendió a caminar entre dos barras de acero, continuó caminando por jardines, marchó por vías verdes. Se fortaleció en piscinas y corrió diariamente por la pista de tartán.

Esta noche Luisa, con 32 años, cae extenuada tras cruzar primera la línea blanca. Corre por la calle número cuatro, la que acredita el mejor tiempo en los clasificatorios. Entre los flases de los fotógrafos y los focos del estadio olímpico descubre la preciosa luna llena otoñal.

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Cuando con 45 años es la primera española que camina sobre la superficie lunar le embarga una extraña sensación. Levanta la vista hacia la estrella polar, sonríe y tiene un sueño premonitorio.

Fantástico. 😊 En varios sentidos
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