Oscuridad. Recuerdo el fogonazo y el olor a pólvora o a tierra mojada. Debo recordar las palabras, ser capaz de discernir si esto es un sueño o simplemente fruto de mi imaginación febril. ¿Son reales las imágenes de los camaradas apilados sobre mí en la fosa? ¿El sabor metálico en la boca? ¿Los labios rojos de las mujeres que contemplan las marchas militares? A veces creo recordar a lobos alimentarse de mis despojos tras escarbar pacientes la tierra escarchada, justo al lado del árbol en el que escribimos despedidas destrozándonos las uñas; pero eso no está en las palabras.

Por fin recuerdo. Las palabras sobre la vida, el faro que había de guiarme regreso a casa en mitad de la ventisca. La verdad. Por fin me sumerjo en el recuerdo, para despertar, consciente por fin. Éstas son las palabras: “La vida son sólo sueños que tienen los muertos…”
