Cuentos del Cabo Hueso (I). Las sopas Berrendas

Los más jóvenes no lo sabéis, pero este es un país donde hace no mucho se pasó hambre. Y muchos de nosotros llevamos en el código genético, -junto a una sed infinita que jamás se saciará por mucho que llueva- un hambre arrastrada de varias generaciones. Estos relatos del Cabo Hueso, genial cantero fallecido justo hace un año, son cuentos que describen una realidad que espero que nunca se repita. Por desgracia no son inventados.

Las sopas Berrendas.

Un padre y seis hijos se arremolinan en una cocina destartalada y llena de suciedad en torno a una mesa coja. Están repartiendo la comida, si es que se le puede llamar así. Un par de patatas y unos cardillos hervidos en el caldero de barro para los siete. Y suerte que pueden repartir un chusco de pan duro como el pedernal, cortado con la navaja de padre. Caen a la mesa migas de lo que fue una hogaza, duras como virutas de madera. Aquello es como jamón para los pequeños, que se pelean por recoger ávidamente. Huele a humo de leña verde en la habitación. Hace frío, hace hambre de la que ha calado hasta los huesos. El mundo es gris para los niños sucios que han parado de trabajar para comer.

El padre reparte en los platos un cazo de caldo casi sin color, donde con suerte flotan un par de trozos de patata, naufragas de lo que debería ser una comida en condiciones. Es lo que hay. Por lo menos están calientes, eso sí, usando los peores trozos de leña, que los otros hay que venderla. En cuanto acabe la comida la llevarán en haces atados a la espalda, una procesión de hormigas con un peso perfectamente estudiado para que cada porteador lleve el máximo de carga a su destino.

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El padre dice “Amén Jesús”, y en dos minutos ya no queda nada en las escudillas. Los chicos miran en silencio el puchero vacío en el centro de la mesa.

«No os preocupéis hijos, cuando vendamos la leña ahorraremos para comprar una mula. Con ella podremos cargar más leña y ganar más dinero. Y vamos a comer en condiciones. Os voy a hacer sopas Berrendas».

-¿Sopas Berrendas?

-Sí hijos, sopas Berrendas. Es una sopa en un plato grande, hondo. La sopa lleva fideos, gordos como el dedo de Manolín. Con un montón de garbanzos que parece un cerro. Y ajos sofritos. Y trozos de gallina desmenuzada. Y un trozo de tocino rancio para cada uno, que deja un charco de grasa por encima del plato.

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-¿Y qué más, padre?

-Y un trozo de picatoste bien sopado en el caldo, de dos dedos de recio. Y encima de todo, un huevo frito de dos yemas y un chorizo.

Se hace un silencio religioso en la mesa. Los chicos miran el puchero vacío como si fuese una pantalla donde se proyectan imágenes de un cinemascope tridimensional. Más reales que su vida. Padre está absorto en sus pensamientos, lleva un rato ensimismado. Los chicos, con los ojos churretosos muy abiertos mastican el aire, con bocados sonoros y mucho lameteo. El padre sigue en silencio.

-Padre, ¡Padre!

-Dime, Manolín.

Cuéntenos un poquito más de las sopas Berrendas…

Publicado por docgracia

Investigador, ciclista y escritor...

Un comentario en “Cuentos del Cabo Hueso (I). Las sopas Berrendas

  1. La ilusión como alimento. Que bueno, que cercano en el tiempo para nosotros. Y lo peor es que, es el presente en los hogares dónde la guerra y las dictaduras siguen macahacando el presente y el futuro. La ambicion.

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