Querido nieto, te escribo no sé si desde el más allá o desde dónde, estas cosas extrañas de morirse pero no ser olvidado. La cuestión es que vengo a darte una bofetada sobre lo que veo a través de un agujero, puede que el de tus propios ojos.
Sabes que pertenecí a una generación de hoy calificaríais de miserable y de tercermundista. Tuve trece hermanos, pero sobrevivimos solo cuatro debido al hambre y a una epidemia como la de ahora. Sabes que hablaba poco de la guerra. Como casi todos los que la vivimos, legué un único mensaje al respecto: “nunca permitas que se vuelva a repetir…” A lo largo de tu vida has indagado el contenido de alguno de mis silencios. Como el relativo al hecho de que por ser conductor, los milicianos me obligaron a punta de fusil a recoger a paisanos en mi coche para darles el paseíllo. “Despídete de mi madre, dale el reloj a mi mujer antes de que me lo quiten. Dile a mi mujer y a mis hijos que los quiero…” Duras despedidas de conocidos y amigos. Por eso me quité de en medio alistándome voluntario en Madrid. Me quedé sordo de arrancar aviones empujando las hélices a mano. Para aviadores rusos que estaban todo el día comiendo y bebiendo. No supieron ganar la guerra.

Luego me deslomé trabajando para que tuvierais un presente del que estar orgullosos. Pasamos del tercer mundo al primero a costa de mi juventud. Pero todo era poco para vosotros. Ganamos, literalmente, cada derecho con sangre. Al asalto, a punta de bayoneta o de azadón.
Veo con tus ojos el panorama que se despliega ante ti y me embarga la tristeza. Estáis desperdiciando a manos llenas todo lo que fuimos acumulando, robado migaja a migaja a nuestra hambre. No habéis aprendido nada. No queréis recordar. Creía que estaba claro, pero te voy a decir el gran secreto: que todo es mentira, que os tienen engañados enfrentándoos entre derechas e izquierdas, entre religiones, patrias o sexos. Todo es una engañifa para manteneros entretenidos mientras los dirigentes roban sin contemplaciones. Siempre, desde siempre. Es mucho más simple. Se trata de lobos contra corderos, de ladrones frente a trabajadores, de hijos de puta frente a buenas personas. Ellos se ríen de ti, se pelean con saña en los discursos pactados, pero luego se van de mariscadas y se abrazan, todos amigos mientras crecen sus cuentas y sus asquerosas barrigas a cambio del futuro de tus hijos. Todo pagao. Barra libre.

A veces te has preguntado, lo he leído según lo escribías, si mi generación hubiera aguantado esto. Hasta dónde hubiéramos permitido el saqueo de tu tiempo los hombres miserables como yo. Los de las manos callosas de uñas negras que escarbaban la tierra con ansia cuando las bestias ya se habían reventado. Para sembrarte un futuro. El que te han ido robando, unos y otros, los mismos, durante décadas.
Tu panorama es desolador. Y pasa lo que pasa cuando los que toman decisiones no han trabajado en su vida. La gente muere y el dinero se esfuma. Treinta mil muertos más aparecen reconocidos ahora en las estadísticas como por arte de magia, sin que a ningún dirigente le importe como para haber hecho siquiera una visita. Muertos como perros, los últimos que quedaban de mi propia generación. Un gran pago por nuestros servicios. Os da igual que os mientan. Habéis elegido a los más tontos, a los más mentirosos, a los más ladrones desde hace décadas para dirigiros. Los lobos cuidan el gallinero. Ninis de mierda que jamás han currado aunque lo digan sus becas o sus títulos. Hijos de papá que estudian en colegios elitistas o disfrutan de la sanidad privada, de las PCR’s y de los viajes y fiestas prohibidos a los que tú no tienes derecho. Mienten en los estudios, en las estadísticas, en las noticias: todo es posible si robas lo suficiente para pagarlo. Entran y salen de presidentes, ruedan las puertas giratorias, se sientan en los nuevos sillones de cuero como directivos, los chiringuitos trincan dinero y todo sigue igual. La única verdad prevalece: siempre nos están jodiendo a los mismos.

Vuestra realidad parece un juego de realidad virtual de moda para megapijos del siglo XXX, que consiste en hacer cambios en el pasado para joder a las pobres personas del siglo XXI. Y han llegado a los últimos niveles del juego. Es impresionante, con todas las putadas que nos están haciendo y continuamos sin reventar; asombrados están.
El problema es que estáis regalando los derechos conquistados al asalto por mi generación. Sin plantar batalla. Os están robando el dinero que habéis pagado de antemano para vuestra jubilación y ya vais asumiendo blandamente que no tendréis dinero cuando os toque. El dinero está, buscad en el bolsillo adecuado. Es vuestro derecho. Y lo peor de todo: el tiempo. La diferencia con los animales es que después de mucho tiempo de deslomarnos, conseguimos el derecho a un retiro con cierta dignidad. Para poder disfrutar de algunos años de descanso. Pues en esos años de tu futuro, los mejores que te queden, te van a obligar a trabajar también para que les salgan sus cuentas. Pero es que sus cuentas no tienen fondo. Aplaudidos hasta con las orejas por patronal, sindicatos, medios de comunicación y los directivos del IBEX35. ¿Te das cuenta de a dónde va a ir ese dinero antes de que desaparezca, verdad?

Despierta, tonto de los cojones. Sigue así, que vas a morir esclavo. Te preguntas por lo que hubiera hecho mi generación, la que mataba a los chivatos y a los cobardes. Creo que lo tienes claro. De las pocas cosas mías que conservas tienes guardada una hocinilla de hoja ancha y afilada, con un recio cordón de soldadura. Tú solo has encontrado la respuesta, el problema es que sois una generación de cobardes. Pero no te preocupes, es una cuestión de que alguien de los miserables alce una voz para que todos nos demos cuenta de que el emperador estaba desnudo, como en el cuento. Que una legión de hombres justos con hoces y antorchas siempre vence, porque no tiene nada que perder. Porque ellos son más cobardes que vosotros, te lo aseguro. Lo sabes perfectamente. Haz lo que tengas que hacer y punto.
Se despide de ti, este que lo es. Tu abuelo Ignacio.