Querido hijo o hija. Se paciente, porque solo mucho tiempo después de que leas esto entenderás su auténtico significado. Quizás estas líneas sean mi único legado, lo único mío que tienes. Y ten en cuenta que ni siquiera nos hemos conocido. Estas palabras intentan explicarte, intentan saludarte y a la vez son una despedida. Básicamente debería justificarte por qué no estaré contigo, en cada uno de tus momentos: en tu nacimiento, durante tus primeros pasos, en tus primeros fracasos y tus primeras victorias. Por qué no tienes mi compañía, mi mano firme que te sostenga, mis consejos, mis reprimendas o incluso mi ejemplo para hacerlo añicos y mejorar desde mis errores o mis prejuicios.

Antes de que supiera que existías partí hacia el otro extremo del océano. Unos hombres necesitaban ayuda y pidieron auxilio al mundo para combatir la injusticia, para luchar por la libertad. Las instituciones y los gobiernos callaron por no alterar el orden supuestamente establecido, el equilibrio globalizado. Pero yo acudí, como no podía ser de otra forma, junto a muchos otros compatriotas, al igual que hicieron nuestros abuelos hace mucho cuando dejaron todo para ir a España. Formamos el II Batallón Abraham Lincoln. Partí a un guerra, hijo. A un país de otro continente llamado Ucrania.

Si fracaso, si perdemos, vivirás en un mundo gris y te contarán muchas cosas malas sobre mí. Sobre la gente como yo. Nunca creas todo lo que te dicen. Quiero que sepas que la noticia de tu gestación fue la más feliz de mi vida. Tuve la posibilidad de regresar a casa, pero decidí quedarme. Aún a riesgo de no regresar, de dejar un hijo huérfano, como es el caso si es que estás leyendo esta carta. Eres un hijo deseado. Por eso no te puedo fallar. No puedo regresar a casa y abandonar a la gente que muere por construir un mundo mejor. Precisamente ahora que tú vas a llegar no puedo permitirlo. Quizás mi única enseñanza, el único ejemplo honesto que puedo legarte sea este, aunque conlleve mi muerte: nunca abandones tus ideas. Soy un brigadista. Un defensor. Mejor defender aquí y ahora que retroceder cobardemente, esperando luchar en casa cuando ya sea demasiado tarde. Si debo pedirte perdón no es por luchar aquí, sino por no haber sido capaces de luchar antes para evitar llegar a este punto, por no legarte un mundo en el que los hechos valgan más que las palabras o que el sucio dinero. Te mereces algo mejor que lo que nosotros tenemos.

Estas noches pienso mucho sobre todo. Me gustaría que esto no fuese necesario. Lucha por esta idea y por los que creen que otro mundo es posible, los que se ponen del lado de los débiles. Nunca pidas lo que no te hace falta. Nunca niegues ayuda cuando te la piden como yo no la negué. Cueste lo que cueste.

Las cosas están muy mal. Estamos perdiendo, o quizás ya hemos perdido. Puede que ya lo hayamos hecho desde que empezamos. Por eso son tan importantes los gestos ahora. Los mártires son inmortales en la mente de los demás. Quedamos muy pocos con los soldados ucranianos exhaustos: un puñado de voluntarios y civiles armados que no se van a rendir nunca. Los voluntarios internacionales fuimos la única respuesta ante los estados vergonzosos que miraron para otro lado. Es curioso, pero en España se armó una especie de segunda División Azul. Brigadistas y Guripas juntos, luchando codo con codo por la libertad. Son unos compañeros extraordinarios, nunca dejan de bromear.

Defendemos juntos la última ciudad, el último reducto. Ya no tenemos retirada. Acabamos de volar el puente detrás de nosotros para dificultar el acceso sin nos sobrepasan. Si eso sucede, si nadie hace nada, quizás el mundo no sea igual a partir de entonces. Cuando se quieran dar cuenta ya será tarde, y no podrán actuar porque ya habrán llegado a sus casas y estarán encadenados. El mundo sería diferente si ser cobarde no valiese la pena. Solo esperamos un milagro, que nuestro gesto conmueva a las masas y que los gobernantes actúen de una vez por temor a perder sus privilegios. Que se cansen de golpear a manifestantes, que las cárceles sean pequeñas, que las balas sean menos numerosas que las personas. Esa es nuestra última esperanza.

He aprendido a amar esta tierra peculiar. Dentro del sobre te mando un puñado de ella. Me gustaría que la conservaras y que aprendieras a quererla. Esta regada literalmente por sangre de muchos hombres y mujeres, algunos de ellos compatriotas nuestros. Esto la hace también nuestro país, hijo mío. Recuerda mis palabras y sé fuerte. Tu padre que te quiere.

Qué difícil de internalizar está realidad: una persona sola puede destruir la vida de un país, sus habitantes, sus generaciones pasadas y futuras. Qué imposible es conciliar la idea de que nadie puede parar una masacre en esta “modernidad”.
No se que decir.
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Efectivamente, Cris. Hemos avanzado poco o nada desde la época de las cavernas. A veces las palabras no son la solución. A veces solo hay que estar, o preguntarse qué hubieran hechos nuestros abuelos o tíos en esta situación…
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Estas leyendo y parece algo del pasado, y no hay ninguna solución o nadie la da, no sé, es algo que no puedo entender
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Es tremendo. Tengo un nudo en la garganta y a veces, me sorprenden las lagrimas. No puedo dejar de sentir rabia, dolor , impotencia. A veces si río, me parece injusto, porque hay millones de personas sufriendo. Hoy, un hospital infantil, más de un centenar de muertes….. Hay q hacer algo para parar esta cruel guerra
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