Asisto perplejo a un espectáculo que tiene pinta de alcanzar dimensiones planetarias, como una pandemia. Me refiero al derribo de estatuas en aras de lo políticamente correcto, de envolver al mundo entero y a nuestras conciencias poco cultas en papel de fumar, del perfumado. Estatuas que atestiguan pasajes de la historia relacionados con esclavismo, zonas oscuras de personajes enormes como Churchill, o de genocidios –entre otras cosas- perpetrados gracias a Cristóbal Colón.
Pues me preocupan estos gestos, sobre todo en lo que se refieren al olvido que intentan imponer. No caen en la cuenta de que precisamente hay cosas que tienen que estar presentes, incluso a la vista para que las podamos criticar y evitar. Que aquello que se esconde de la vista en aras del meapilismo se acaba por olvidar. Y lo que se olvida se acaba por repetir en la historia.
Decía Stalin que lo más difícil de cambiar en los libros de historia es el pasado, pero lo estamos consiguiendo. A este paso vamos a derruir las pirámides porque las construyeron esclavos, o el coliseo porque allí se sacrificaba a personas. Y del monumento a Auschwitz, ni te cuento. Os recuerdo que ya empezaron los talibanes dinamitando dos gigantescas estatuas de buda y me preocupa esto de cambiar el pasado. Sobre todo porque se nos priva del conocimiento, de la capacidad de pensar o de elegir, de criticar. Esto se asemeja demasiado al ministerio de la verdad de 1984, en la que el protagonista se dedicaba a eliminar palabras del diccionario para acabar esclavizando al pueblo, al limitar su capacidad de lenguaje. No deja de ser una postura inteligente para quienes mueven los hilos desde los sillones de terciopelo. El propio Orwell decía que el que domina el presente domina el pasado, y el que domina el pasado domina el futuro. Tal cual.
Retirar de HBO películas como “Lo que el viento se llevó” me parece estúpido, porque es una película que refleja una sociedad esclavista y debe ser entendida como algo que no se debe repetir. Y se retira de paso el primer óscar a una actriz negra, y la posibilidad incluso de criticar la segregación racial de aquella época que le obligó a asistir a la gala desde el gallinero reservado a los negros. Un ejemplo más cercano es el de una canción que me encanta de Loquillo. Se llama “La mataré”. Es la historia de un hijo de puta que quiere matar a una mujer, pero desde hace muchos años el cantante la retiró de su repertorio por este meapilismo al que aludo. Mal vamos, si no reconocemos que es una gran canción y que es la historia de un hijo de puta, repito. ¿Nos la tienen que censurar por si acaso? Triste historia.
Es curioso, pero la masa furibunda que tira estatuas o hace explotar a Buda suele estar manipulada. Y cuanto menos cultura e información tiene, mejor se manipula y mejor sirve a ciertos intereses. El problema es que la gente que conoce la historia está sembrada de dudas, porque es conocedora de que todos somos grises; mientras que los sectarios tienen un pensamiento único que cercena todo a su paso como un cuchillo bien afilado. Poco puedo decir, pero sobre los ejemplos que he puesto creo que nunca deberíamos olvidar lo que pasó en Auschwitz, aunque se nos caigan las lágrimas. Ni es malo recordar que hubo esclavistas en una etapa gris de nuestra historia que nunca se debería repetir. Que la historia es la historia, y que incluso nosotros somos resultado mestizo de pueblos celtas, invasores romanos y pobladores árabes que nos legaron la ciencia, el regadío o las matemáticas, entre otras cosas de valor incalculable.
Y es cierto que algunos de los episodios más tristes de la historia se perpetraron por lo de Colón, pero una mente que ha leído y sabe valorar la historia reconoce esto pero también que hubo un legado indudable. Y que ese legado es infinitamente mayor que el de aquellos que fueron colonizados por nuestros vecinos del norte. No quiero polemizar, pero os doy un dato simple: de los indígenas nativos norteamericanos sobreviven unos miles en reservas; mientras que hacia el sur y pese a genocidios perduran –perduramos- más de cuatrocientos millones. Y no justifico nada, solo comparo y os invito a dialogar sobre historia. Para que no se repitan cosas o para ponerlas en su sitio. Para que no nos engañen ni manipulen. Para ser, si es posible, un poco más libres y que mañana podamos seguir dialogando y hasta, incluso, que os pueda dar la razón si me convencéis.