Es curioso, porque de 20 años aprendiendo sobre el ajo no destacaría los resultados científicos, que los hay. Ya sabéis, apostar al morado es hacerlo a caballo ganador. Lo dice la tradición de la abuela o la historia del hombre desde que pudo quedar constancia escrita en unos jeroglíficos. Lo que en realidad destacaría es a las numerosas personas –algunas ausentes- y sucesos casi milagrosos que configuran una preciosa historia sobre amor a una planta y a una tierra. Cabezonería y fe: combinación explosiva.

Y todo esto comienza con Luis, al que su padre ha intentado inculcar su sentimiento por esta planta en Las Pedroñeras. A veces asociado a trabajo humilde, a estar en cuclillas con muchísimo sueño, a desgranar cabezas durante largas tardes de verano junto a tu familia. Otras veces el ajo es solo actor secundario, desparramado en el suelo de las casas viejas para secarse, como adorno, como planta verde que perfila el horizonte, como amuleto en las imaginarias. Siempre allí. El olor que te da la bienvenida al pueblo mucho antes que veas la torre de la iglesia desde la galera, o cuando bajas la ventanilla de la viajera al disfrutar del primer permiso de la mili y súbitamente lo percibes en el aire y te das cuenta que ya estás en casa.

Pero para Luis el ajo ha sido un compañero vital, pero inicialmente lo ha odiado intensamente a lo largo de las incontables noches y días en los que ha tenido que levantarse para trabajar en el campo. Ha incomprendido cientos de veces la mirada de admiración y satisfacción que su padre dedicaba hacia esos extensos cultivos.
Con estos precedentes, el cuento de un pequeño pedroñero que quiere investigar sobre los ajos en su proyecto de fin de carrera parece imposible. No puede ser que un estudiante que renegaba de los ajos, se empeñe en investigarlos, después de haber leído un extraño artículo en inglés que habla de las buenas propiedades de un macerado. De entre todos los profesores a los que intenta convencer da con uno que no le dice que no: este que escribe. Se pone en contacto con investigadores del Hospital Ramón y Cajal que andaban haciendo en su pueblo un estudio sobre la incidencia del Hellicobacter pylori. Esto permite iniciar una colaboración duradera entre instituciones de organismos (sistema sanitario frente a universidad), regiones y de vinculaciones políticas diferentes. Hacer cada uno su parte, poniendo dinero rebañando de otros proyectos y trabajando gratis en estas condiciones es imposible en España.

También parece imposible que en todo lo que se prueban los extractos de ajo funcione. En todo. Mejor que los medicamentos de primera generación superpijos que preparan las farmacéuticas para la próxima década. Es imposible que lo que decía la abuela sea cierto, literalmente.
Y los resultados crecen. Y pesan. Actividad frente a la bacteria helicobacter pylori, como antiinflamatorio, en el descenso de la tensión y del colesterol, como antitrombótico y eficaz frente a algunos tipos de células cancerosas. Placas de vidrio con mucosa gástrica de pacientes encamados, arteria coronaria de cerdo, cuerpo cavernoso de pene humano, ratones… El peso de los resultados avala una patente que conserva estables las propiedades del extracto de la UCLM (Alibén®) mediante un proceso de liofilización, de forma diferente al resto de productos del mercado que se oxidan con facilidad.

La patente es golosa, y hay algunos contactos para venderla. Pero nuestra idea es desarrollar un producto comercial que sea una imagen de nuestra tierra y sospechamos que las compañías que ofrecen la van a meter en un cajón y no desarrollarán el proyecto con nuestra ayuda. Nos negamos.
Hace falta constituir una empresa, una spin-off, que pueda desarrollar la patente. Nos liamos la manta a la cabeza y formamos una los investigadores de la patente. Aprendemos economía y funcionamiento de empresas. Nuestra idea de producto neutraceutico derivado de los ajos obtiene un premio de emprendedores y se perfila mucho. Pero el camino apenas había empezado.

Luis, el pequeño Napoleón pedroñero se ha hecho doctor a costa de horas de sueño, pero no ha perdido un ápice ni del empeño ni de la ilusión iniciales. La investigación de la UCLM continúa pese a crisis y altibajos para incorporar al equipo a personal del Hospital de Ciudad Real y de su UIT. Alucinamos con las posibilidades del producto, en reuniones fijadas después de toda la noche de guardia. Posibilidad como cicatrizante, en cáncer de colon o en sepsis. El núcleo del hospital empieza modestamente como nosotros, pero tiene un ánimo inquebrantable como el nuestro. Al poco tiempo se obtiene una nueva patente -la primera de la Universidad con el SESCAM-, y el Dr. Javier Redondo recoge en nombre del equipo un premio regional de investigación. En el discurso habla de los ajos y de los valores que le han inculcado sus padres. Como no puede ser de otra forma, el grupo crece y continúa en la brecha. La actividad antiinflamatoria junto a otras propiedades llama la atención del centro nacional de Biotecnología para probarlo como candidato frente al Covid-19.


En la parte de desarrollo comercial una empresa de la que forma parte Luis aplica la patente y desarrolla dos productos comerciales con actividad cardiovascular y para fortalecer el sistema inmunológico: ha nacido Alycin. La universidad colabora en el desarrollo de los productos junto a nutricionistas y otras personas que se van incorporando a esta fantástica historia. Como digo, es difícil prolongar un proyecto de investigación más de dos décadas en España (la palabra correcta es milagro). Esto es debido sin duda a la ilusión contagiosa de cada persona. Es un privilegio trabajar con gente que cree en lo que hace. Es un orgullo trabajar con gente que no se rinde. Gracias, AMIGOS.

Un gran trabajo de investigación y perseverancia para llevar los resultados obtenidos a la sociedad
Esfuerzos recompensados en la creación de una marca, Alycin, de complementos alimenticios que incorporan en su formulación toda esta investigación
Dejo enlace a su página web
https://alycinsalud.com/tienda-producto/nuestros-productos/
Me gustaMe gusta