(Relato ganador concurso Biblioteca Pública “Poblete, Puerta de Alarcos” año 2021)
Llevaba meses preparándola. Había sido especialmente amable con los vigilantes. Buen comportamiento, decía mi expediente. Incluso me dejaron la llave para hacerles recados.
Aquella noche fui a buscarte, como te prometí cuando entramos. Te dejaste llevar sin decir una palabra, con expresión ausente. Cruzar la cancela. Desactivar la alarma. Abrir la verja y salir sorteando el cono de luz que proyecta la farola, para no ser delatados por la cámara de vigilancia.

Caminamos dos kilómetros hasta nuestro destino. Salto la reja y te abro la puerta. Entras renqueando, pero tu cara se ilumina porque ya lo has visto, antes incluso de que encienda las luces y active la maquinaria. En ese momento nos descubre el guarda de seguridad del parque.
Pero milagrosamente no dice nada. Nos mira con una profunda ternura, mientras una lágrima cae por su mejilla. Se retira unos pasos y deja que acabemos esa vuelta en la atracción de feria. Cumplí mi promesa, aunque ya no te acuerdes. Ni siquiera de mí, maldito Alzheimer. El día que entramos a la residencia te prometí, amor, que te volvería a traer a los caballitos.

Sensibilidad y talento.
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Directo al corazón. Felicidades.
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Muchas gracias, Ana. Un abrazo 🙂
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Conmovedor… una carrousel y Alzheimer… también me toca de cerca!
(Qué bonito encontrar tu blog para volver a leerte!)
Un abrazo,
Cris
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muchas gracias Cris 🙂
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