Asisto por segunda vez en poco más de un mes al acto de graduación de la Facultad de Ciencias y Tecnologías Químicas. En este caso es el que corresponde a la promoción que se graduó este año. En el artículo que escribí sobre la promoción anterior justifiqué muchas cosas, pero en este permitidme que simplemente me remita a una imagen y a sentimientos absolutamente subjetivos. En este escenario las palabras sobran y cobran protagonismo los sentimientos.

No sé si sois conscientes de la enorme calidad del evento al que asistimos, y llevo ya unos cuantos para poder comparar. Es difícil superarlo, os lo aseguro. Porque es más que un acto académico. Se convierte en algo que engloba a la familia y a la región, que es abarcarlo todo. La razón de este pequeño milagro son los protagonistas, que no hacen discursos pomposos sobre tiempos pasados desde un pedestal de superioridad, al contrario. Hablo de madrinas como Yolanda que te hacen apuntar tus sueños en un papel. Vicerrectoras que hablan con ternura como madres, compañeras o amigas, felicitando a los antiguos alumnos de la primera promoción de Tecnología de los Alimentos al cumplir sus 25 años. Habla de valentía, de motivación, de trabajo, de trazabilidad. De continuo esfuerzo como clave para el éxito actual y mantener esa actitud para perdurar y ser mejores que nosotros. Que en momentos de tormenta o de duda siempre regresemos a nuestra casa del pueblo, a nuestra región, donde siempre encontraremos cobijo. Un director general de universidades que no hace un discurso político y habla desde el corazón, recordando el logro que supone el acceso a la universidad que no pudieron tener nuestros abuelos. Que en ese sentido cualquier tiempo pasado no fue siempre mejor y que la excelencia y la calidad, el fin de la universidad, es la razón para seguir avanzando, aunque algunos digan que corren malos tiempos para la lírica.

Porque lo lógico es que todo avance a mejor, y en ese sentido estoy convencido de que seréis mejores que nosotros. También los discursos de los representantes de los egresados son cada vez de mayor nivel, con más estilo, con más clase. Sabéis a lo que me refiero. Y por eso, aunque sea de naturaleza quisquillosa, no puedo estar más satisfecho. Porque un examen, o incluso el papel certificado de un título universitario se podrán adquirir ilegalmente con pocos escrúpulos morales; pero el dinero no compra el esfuerzo, el compañerismo, la amistad. Lo que sois, en lo que os habéis convertido, no se compra. Escuchar el Gaudeamus con la Beca recién puesta delante de vuestra familia es algo más que ir a un concierto. Ahora me entendéis.

Y como resumen de todo, una imagen de lo que sucede detrás de las cortinas, justo al bajar del escenario, cuando el acto está apenas acabado y el auditorio casi vacío. Disculpadme por haberos robado un momento de intimidad, pero esta imagen de emoción lo muestra todo. Un profesor y una alumna que ya no lo son, porque ya son dos compañeros. Para él, ella es un ejemplo de superación que le ha servido de ayuda para mejorar cada día como profesor. Uno de los muchos ejemplos de flipped learning o aprendizaje invertido, cuando un alumno te enseña cosas verdaderamente importantes para la vida. Ella, por su parte, ha encontrado durante estos años a personas maravillosas que siempre le han ayudado a crecer, a madurar y sobre todo, a no rendirse jamás. Manos tendidas para sobrepasar unos límites que al final resulta que no existían. Ángela, Francisco, estamos orgullosos de vosotros y de esta imagen. Porque esta foto no es sobre la universidad. Esta foto es la Universidad.

Precioso artículo, Ignacio. Hay mucha verdad ahí, porque hablas de sentimientos, y no de estadísticas ni otras cosas sin alma. Felicidades.
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Muchas gracias, Teresa. Un abrazo.
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Me ha encantado, muy bello, sensible y con una empatía desbordante, hablan los sentimientos.
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