Si quieres la paz, prepárate para la guerra.
En la historia de la humanidad, cada logro se ha conseguido literalmente con sangre. Desde el jamón de mamut que permite sobrevivir al invierno hasta el derecho a la prestación sanitaria o las vacaciones. Pero en la sociedad actual, tan aséptica, la que inculca que todo es por derecho divino en un entorno virtual en el que meamos colonia, no mola hablar de estas cosas. Desde hace tiempo, con la especialización y organización de trabajos, estas tareas recayeron en el ejército y posteriormente también en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. Malo, malo. Esas palabras son tabúes. Algunos intentan envolver en papel de fumar una función simple y clara, en celofán de miles de colores. Enterrar su labor imprescindible en miles de eufemismos: los soldados del amor, etc.

Error. Los que tenéis hijos y habéis visto cuando les clavan la aguja para la prueba del talón ya os habéis dado cuenta de que sois capaces de matar. Que como dice Barricada, cuando aprendes a llorar por algo también aprendes a defenderlo. Hasta lo que haga falta. Y esa es la misión de las FFCCSE. Hasta donde haga falta, incluido la muerte. Tal cual. Tan simple.

Y en esas estamos en un planeta que siempre mira para otro lado. Porque todo es blandito, todo es megasuperosea. Palabras vanas de borregos dirigidos por una brisa hacia donde indica una veleta de plástico; reciclable, claro. Pero por fortuna aquellos permanecen, los bendecidos con el don de la agresividad pero la firme determinación de proteger al rebaño, los perros pastores. No os confundáis, siguen vigilantes aunque no se hable de ellos. Os acordaréis cuando la cosa se ponga jodida de verdad, cuando revientan volcanes o ríos. Cuando te despeñas en una sierra perdida o te quedas tirado en la carretera. Incluso cuando hay que arriesgar la vida para sacar tu imprudente cadáver de un pantano. O cuando nos ataquen, no lo dudéis. Allí aparecerán, como decía Napoleón sobre nuestros compatriotas, como un solo hombre de honor.

No es broma. El problema es que en esta sociedad sin valores tener un valor supremo ofende. Os pongo algunos ejemplos. Cuando el atentado de las torres gemelas se informa que un avión comercial secuestrado se dirige a la Casa Blanca. Dos pilotos de F18 despegan inmediatamente a interceptarlo, uno de ellos es una mujer. Hasta ese día no se consideraba necesario que esos aparatos estuvieran equipados con misiles, por lo que la misión de derribar al avión implicaba embestirlo, sacrificarse. Los dos pilotos eran conscientes de lo que significaba la orden y ni pestañearon al despegar. Por fortuna para ellos y sus familias, el avión comercial se estrella antes de que lleguen. Son soldados.
En nuestro país tenemos ejemplos a cascoporro. Mujeres que tiraban de navaja para degollar franceses en Madrid o enardecen a los combatientes a cañonazo limpio en Zaragoza. Soldados como Esteban de Mondragón, que solos entre todo un ejército se lanzan a un canal con la espada entre los dientes bajo una llovizna de balas para que pueda cruzar el Emperador el paso bloqueado. Y los siete soldados de su pelotón se tiran al agua tras él maldiciendo, más por vergüenza de dejarlo solo en el trance que por valentía. Como aquel oficial de Rocroi, que responde al enemigo a la pregunta de cuántos quedáis: «Pardiez, contad los muertos…» Aquella fue una capitulación con condiciones relativamente buenas, por el miedo a las enormes bajas que podíamos causar antes de ser aniquilados por completo.

Así se comportan, fieros pero reportados, y hoy hasta sufren que les hablen alto. Son los que acuden hacia el fuego de artillería y el humo cuando todos escapan de él. Son los que hacen sendero al caer. Los que nunca abandonan, como aquel soldado que encontraron muerto en su puesto cuando la erupción del Vesubio, porque no acudieron a relevarlo. O como el Teniente Hiroo Onoda, que permaneció 30 años en la jungla filipina manteniendo la posición, sin enterarse de que había acabado la guerra. Solo abandonó su puesto cuando se lo ordenó en persona su comandante, que para entonces tenía una librería en Osaka. Fue recibido como un héroe en Japón, pero declaro que sentía vergüenza por no haber cumplido su misión.

Soldados que conservan como un tesoro el pintauñas rojo que te regala una madre por ser el primer hombre que defiende a su hija frente a otros hombres en un país en guerra. Los que manchan sus mocasines de barro u organizan un operativo para rescatar un chupete. Gente que arriesga su vida sin dudarlo, por los mismos que los apedrean o que los insultan mil veces. Incluso te saludan afectuosos, aunque les estalle la cabeza porque acaban de reventar a un compañero. Ellos siguen ahí, anónimos. Mal pagados, por tradición. Tratando de ser lo más y aparentar lo menos. La clase de gente que nunca pide y nunca niega. La red protectora, la línea de vida que permite que los acróbatas de la libertad hagan saltos cada vez más arriesgados sin miedo a las consecuencias. En definitiva, como dijo Calderón, una religión de hombres honrados.

Es díficil separar el grano de la paja, pero hay hombres valientes y honrados que merecen el reconocimiento y mejores condiciones. Extraordinario artículo, Ignacio.
Me gustaMe gusta
Sin dudarlo, estáis hechos de otra pasta, mi más sincero respeto ante tanta nobleza, sin pedir nada a cambio, me quito el sombrero! Muchas gracias
Me gustaMe gusta
Agradecido Ignacio por el artículo donde reconozco a muchas personas ahora poco valoradas una de ellas es mi padre mis dos abuelos y mis bisabuelos y un tatarabuelo que pertenecieron a las fuerzas de seguridad y al ejército donde su principal labor fue servir a los demás donde uno de mis abuelos murió de forma soy su nieto voy a decir heroica porque le mandaron defender una posición con veinte de sus hombres ante un avanzada de más de mil revolucionarios sabiendo que la posición estaba perdida para favorecer la retirada y el reagrupamiento de de su regimiento,y sabiendo que perderían la vida
Me gustaMe gusta