Si vis pacem…

Si quieres la paz, prepárate para la guerra.

En la historia de la humanidad, cada logro se ha conseguido literalmente con sangre. Desde el jamón de mamut que permite sobrevivir al invierno hasta el derecho a la prestación sanitaria o las vacaciones. Pero en la sociedad actual, tan aséptica, la que inculca que todo es por derecho divino en un entorno virtual en el que meamos colonia, no mola hablar de estas cosas. Desde hace tiempo, con la especialización y organización de trabajos, estas tareas recayeron en el ejército y posteriormente también en los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. Malo, malo. Esas palabras son tabúes. Algunos intentan envolver en papel de fumar una función simple y clara, en celofán de miles de colores. Enterrar su labor imprescindible en miles de eufemismos: los soldados del amor, etc.

Los cimientos de la sociedad

Error. Los que tenéis hijos y habéis visto cuando les clavan la aguja para la prueba del talón ya os habéis dado cuenta de que sois capaces de matar. Que como dice Barricada, cuando aprendes a llorar por algo también aprendes a defenderlo. Hasta lo que haga falta. Y esa es la misión de las FFCCSE. Hasta donde haga falta, incluido la muerte. Tal cual. Tan simple.

Foto: El periodico.com

Y en esas estamos en un planeta que siempre mira para otro lado. Porque todo es blandito, todo es megasuperosea. Palabras vanas de borregos dirigidos por una brisa hacia donde indica una veleta de plástico; reciclable, claro. Pero por fortuna aquellos permanecen, los bendecidos con el don de la agresividad pero la firme determinación de proteger al rebaño, los perros pastores. No os confundáis, siguen vigilantes aunque no se hable de ellos. Os acordaréis cuando la cosa se ponga jodida de verdad, cuando revientan volcanes o ríos. Cuando te despeñas en una sierra perdida o te quedas tirado en la carretera. Incluso cuando hay que arriesgar la vida para sacar tu imprudente cadáver de un pantano. O cuando nos ataquen, no lo dudéis. Allí aparecerán, como decía Napoleón sobre nuestros compatriotas, como un solo hombre de honor.

Los perros pastores frente a los lobos

No es broma. El problema es que en esta sociedad sin valores tener un valor supremo ofende. Os pongo algunos ejemplos. Cuando el atentado de las torres gemelas se informa que un avión comercial secuestrado se dirige a la Casa Blanca. Dos pilotos de F18 despegan inmediatamente a interceptarlo, uno de ellos es una mujer. Hasta ese día no se consideraba necesario que esos aparatos estuvieran equipados con misiles, por lo que la misión de derribar al avión implicaba embestirlo, sacrificarse. Los dos pilotos eran conscientes de lo que significaba la orden y ni pestañearon al despegar. Por fortuna para ellos y sus familias, el avión comercial se estrella antes de que lleguen. Son soldados.

En nuestro país tenemos ejemplos a cascoporro. Mujeres que tiraban de navaja para degollar franceses en Madrid o enardecen a los combatientes a cañonazo limpio en Zaragoza. Soldados como Esteban de Mondragón, que solos entre todo un ejército se lanzan a un canal con la espada entre los dientes bajo una llovizna de balas para que pueda cruzar el Emperador el paso bloqueado. Y los siete soldados de su pelotón se tiran al agua tras él maldiciendo, más por vergüenza de dejarlo solo en el trance que por valentía. Como aquel oficial de Rocroi, que responde al enemigo a la pregunta de cuántos quedáis: «Pardiez, contad los muertos…» Aquella fue una capitulación con condiciones relativamente buenas, por el miedo a las enormes bajas que podíamos causar antes de ser aniquilados por completo.  

Rocroi.

Así se comportan, fieros pero reportados, y hoy hasta sufren que les hablen alto. Son los que acuden hacia el fuego de artillería y el humo cuando todos escapan de él. Son los que hacen sendero al caer. Los que nunca abandonan, como aquel soldado que encontraron muerto en su puesto cuando la erupción del Vesubio, porque no acudieron a relevarlo. O como el Teniente Hiroo Onoda, que permaneció 30 años en la jungla filipina manteniendo la posición, sin enterarse de que había acabado la guerra. Solo abandonó su puesto cuando se lo ordenó en persona su comandante, que para entonces tenía una librería en Osaka. Fue recibido como un héroe en Japón, pero declaro que sentía vergüenza por no haber cumplido su misión.

Hiroo Onoda

Soldados que conservan como un tesoro el pintauñas rojo que te regala una madre por ser el primer hombre que defiende a su hija frente a otros hombres en un país en guerra. Los que manchan sus mocasines de barro u organizan un operativo para rescatar un chupete. Gente que arriesga su vida sin dudarlo, por los mismos que los apedrean o que los insultan mil veces. Incluso te saludan afectuosos, aunque les estalle la cabeza porque acaban de reventar a un compañero. Ellos siguen ahí, anónimos. Mal pagados, por tradición. Tratando de ser lo más y aparentar lo menos. La clase de gente que nunca pide y nunca niega. La red protectora, la línea de vida que permite que los acróbatas de la libertad hagan saltos cada vez más arriesgados sin miedo a las consecuencias. En definitiva, como dijo Calderón, una religión de hombres honrados.

boceto de Augusto Ferrer-Dalmau

Los cerros de Úbeda

Esta es en realidad una carta de disculpa por mi posible comportamiento dentro de unos años, a este paso no muchos. Mis antecedentes familiares barruntan tormenta: bisabuela loca (de atar, literalmente), abuelo con demencia senil y madre con demencia senil. La rueda gira. No es una muerte gloriosa frente a un muro de bayonetas o mi deseado accidente ciclista pasados los 90 años volviendo borracho (no copiéis el ejemplo por favor, es la edad) de una comida. Sobre todo cuando la culpa no es tuya y es que se te ha cruzado un jabalí cuando tomabas la curva a más de setenta por hora. Eso tiene pinta de que no va a ser así de glorioso, pero…

Vislumbro una época de mi vida un poco divertida para mí, pero en la que os puedo resultar un poco plasta. Por eso os pido disculpas desde ahora. Dentro de unos años veréis un (más) viejo que os da la tabarra y no os suelta hablándoos de la bici que se va a comprar o de las cubiertas que se acaba de pedir. De teorías sobre entrenamiento con potenciómetro y la linealidad en la frenada de los seguro obsoletos frenos de disco. Que quiere quedar con vosotros para salir a entrenar, siempre que me esperéis, claro. Asegurando que conoce las mejores rutas y los mejores sitios para desayunar, aunque el problema es que esos sitios ya no estén abiertos. O que ese señor que soy yo dentro de unos años no pueda montar en bicicleta, o ni siquiera andar. Tampoco me toméis en cuenta si me encontráis husmeando con la chorra al aire, es lo que tiene la genética en sus diferentes grados.

El efecto del tiempo o de las pendientes

Lo que sucede es que mi mente no estará del todo en la realidad del futuro. Se habrá estancado en un tiempo pasado, que resulta que es este presente. Ahora. Un tiempo en que pertenecía a un grupo de amigos que salía a montar en bici. A la Peña Ciclista el Prado.

Cuando éramos reyes…

Gente de todas las clases y colores que no tenían diferencias disfrazados de ciclista, salvo las que impone la cruda realidad de la carretera, que nos iguala a todos. Unos tiempos en los que salías con los amigos, hacías el tonto. Volvías reventado a veces y te tomabas cervezas y tapas jodiendo el plan dietético que habías contratado en la Quebrantahuesos, pero daba igual, porque era lo que tocaba.

Pequeño lapsus de la dieta. Flequillo NO retocado digitalmente.
Apurando el líquido isotónico. Antes mareado o reventado que con una pájara.

Una época en la que soñabas con rutas de cientos de kilómetros a la costa en busca de El Dorado, que en algunos ambientes ciclistas se llamaba “Cocoloko”. Días muy largos que comenzaban con madrugones y viajes en furgonetas con olor a palmeras y a cochura.

Abriendo la monodosis de gel energético

Barritas energéticas consistentes en jamón y un par de huevos fritos regados con vino de pitarra. Brócoli sospechosamente cárnico en Valenzuela. Tentempiés a base jamón recién cortado, de rosquillos y café con leche condensada que jodieron la dieta de alguno. La vida misma.

Un café rápido y nos vamos

Estabas en todas las tontás, a la última de las cosas para la bici y por supuesto de los complementos en equipación. Todo eso quizás habrá desaparecido cuando os cuente batallitas del pasado que a vosotros o a vuestros hijos ya no os interesen. Pero es que la mente es caprichosa, y yo seguiré viviendo en esta época.

Kit de emergencia en la Bilbao-Bilbao

En una época en la que salía con amigos, en la que disfrutábamos con la bici. Aprendías de enciclopedias vivientes de ciclismo que salían a tu lado. En las que salíamos de domingo a domingo y contábamos los minutos para volver a vernos. En la que no faltábamos ninguno. Ni había enfermedades, en la que éramos jóvenes o lo parecíamos. No me toméis en cuenta, repito. Era una época en la que fui feliz.

Memento

Hoy os quiero contar un par de enseñanzas que me legó mi padre, para compartirlas con vosotros si es que las queréis valorar. Son sutiles, como a mí me gustan. Una vida en cuatro consejos. A vosotros os corresponde opinar si son tonterías, refranes trasnochados o auténticos mapas para movernos en el extraño paraje de la vida que, desgraciadamente, no siempre es amigable aunque lo parezca.

El primer consejo es que cuando busques espárragos lo hagas mirando las matas con la cabeza inclinada, y a media altura. De esta forma eres capaz de ver los espárragos grandes, los que crecen dentro de las matas y a veces sobresalen. Si miras hacia la base de la esparraguera quizás harás una tortilla, pero para un moje fijo que no te dará. La razón de lo de inclinar la cabeza es que aumentas la percepción tridimensional al no tener los ojos a la misma altura. Ni idea, preguntad a un físico, pero la cosa es que funciona. Como seguro vais sospechando la cosa va de campo y de buscarse la vida por su cuenta para sobrevivir. A los jóvenes de piel fina y a los ninis maduros les dará risa esto. Seguid riendo, seguid. Que vienen curvas.

Con integrantes de la Peña Ciclista «El Prado»

El segundo es un refrán añejo: “Cosa vieja, vino, jamón y teja (…)”. Solamente. El resto de cosas viejas (incluidas las personas) a ser reemplazadas cuanto antes mejor. Que a los ríos, incluido el de la vida, hay que dejarlos fluir, mirad lo que pasa si les ponemos urbanizaciones en los cauces. Imaginad si el dicho se aplicase en la política, o a los jefes apoltronados en los puestos directivos contando batallitas de la juventud, reproduciendo comportamientos de cuando Franco era cabo furriel. El problema es que no los despegas de los sillones ni con agua caliente…Parece un poco simple el refrán, pero sacadle punta a la luz de mi reflexión. Es sutil.

La otra frase es: “Dar pan a perro ajeno, predicar en el desierto y machacar el hierro frío, trabajo perdío (…)” Pese a lo obvio si se reflexiona un poco se cae en la cuenta de que es sabio reconocer que habrá cosas que nunca se podrán conseguir, y que aprender a discernir en qué usar los esfuerzos, los dineros, y lo más valioso que tenemos, el tiempo, es un arte. Y que a pesar de todo tendremos que aceptar que muchas veces predicamos en el desierto o que machacamos el hierro frio. Y esa aceptación de injusticias, de asimetrías en el reparto de recursos o incluso de la climatología no me diréis que no es un carácter genuinamente manchego. Tenemos la piel gruesa, curtida por miles de heladas y miles de soles abrasadores. Por eso dicen que somos los vascos del sur. O simplemente manchegos.

Poco más. Os dejo unas fotos para que le pongáis cara los que no lo conocierais. En la foto da muestras de su talento violinista pero al estilo manchego, no nos vamos a poner puristas con el solfeo a estas alturas. Parte de ese arte implicaba comprar los jamones más baratos del centro comercial, casi a precio de carne sólo porque estaban blandos. Si los dejas curar en las galerías de casa y tienes siempre preparados, cuando te comes el tercero ya tiene la curación que debe. Vamos, que compras uno crudo, lo cuelgas el primero y coges el tercero ya curado. Pagas uno crudo y comes uno curado. Ese proceso en ingeniería química se llama proceso semicontinuo. Me descubro.

Solo de violín al estilo manchego.

Espero que os aprovechen los consejos. Es curioso lo que uno va descubriendo con la edad. No sé si serán los genes, la rueda de la vida o el karma. Uno literalmente acaba convirtiéndose en sus padres. Reproduces sus gestos, sus errores y sus aciertos. Mantienes sus prejuicios y sus virtudes. Y no es que vivan en tus actos, es que literalmente te vas transformando en ellos. Que no tienes que esforzarte en pensar en ellos. Simplemente tienes que mirar cada día la persona que te contempla desde el espejo.

La próxima generación

El otro día me comentaba un compañero que estamos en una situación histórica desafortunada. Apuntaba que en este país va a suceder por primera vez que nuestros hijos van a vivir peor que nosotros. Y la razón no es sólo debida al enorme pufo de deuda que les vamos a dejar, no. A fin de cuentas, el dinero se resuelve con dinero, esa cosa que va y viene caprichosamente y que como decía el amigo de Alatriste, que cualquier necio confunde valor con precio. El problema es que la siguiente generación, pese a tener todo a su alcance -cosas que sus padres no soñaban y que sus abuelos ni podían siquiera entender-, no tiene la voluntad ni las ganas de quererlo. Piel fina, blanditos, muy blanditos. Hablaba de sobreprotección en el grado máximo, de la que te imposibilita para las cosas importantes de la vida. Esas cosas claritas para los de antes, por las que sudaron nuestros padres y por las que nuestras abuelas se reventaron literalmente sus enormes ovarios de granito. Pues no. Dame móvil con 5G o te denuncio, y así todo. Y esa actitud es fantástica para capear el temporal que nos viene encima, ya te digo.

La única que disfruta el presente.

Andaba refunfuñando, hecho inaudito en mí (modo sarcasmo on, para los despistados), cuando casi por inmersión asisto al acto de graduación de los alumnos de la Facultad de Ciencias y Tecnologías Químicas del curso académico 19/20. No la del 20/21, que se celebra en breve, sino la que se tenía que haber celebrado hace un año y se canceló por razones obvias.

Fue emotiva, muy emotiva. Implicó el reestreno del paraninfo de la universidad para este tipo de actos, cumpliendo con todas las medidas de seguridad pertinentes. Con menos aforo. Había algo de miedo, de respeto escénico. De sensación extraña por lo que acontece un poco fuera de tiempo, como un amor tardío. Pero esas sensaciones pasaron, al igual que los malos tragos en su momento. Porque allí estaban ellos. En los que no había reparado porque los tenía delante, como cuando dices que los árboles te impiden ver el bosque. Bueno, el año pasado nos vimos al otro lado de la pantalla y gracias; porque no perdimos NI UNA hora de clase al decretarse el confinamiento un viernes y empezar en modo online un lunes. Me refiero a los alumnos. Allí estaban ellos.  

El relevo lógico

Y me di cuenta de la clase de personas y de profesionales que estamos formado. Mejor dicho, de los compañeros ya que hemos formado. Del respeto, de los valores que les hemos inculcado los profesores y sobre todo los padres. De la ilusión y las ganas de comerse al mundo que tienen, como debe ser, pese a que les digan que esto va a ser difícil. Caigo en la cuenta de que la generación siguiente de la que hablaba antes la forman ellos, entre otros. Y que de ellos me siento absolutamente orgulloso. Eligen como madrina a una profesora, Elena Villaseñor, a alguien de los míos, en el sentido más amplio, porque aparte de profesora es amiga. Compañera de promoción. De una promoción de la que sentirse orgulloso de la que ya hablé aquí. Del grupo de amigos que afrontamos hace tiempo el mismo reto de estudiar fuera de casa que acaban de culminar ellos. Y eso es bueno, porque significa que el relevo se ha producido y que, al contrario de lo que pensaba al principio, los valores prevalecen y las sucesivas hornadas (futuros profesores y profesionales), van mejorando.

Cuarta promoción, hace pocos años.

Elena pronuncia su discurso de madrina. Un discurso sencillo, sin pretensiones de lucimiento. Desde el corazón. Como profesora, madre, compañera, antigua estudiante o confidente. Da unos consejos, unas indicaciones o reflexiones simples, pero que encierran TODO a lo que se puede aspirar en la vida. Todo el legado que uno carga sobre sus espaldas en lo afectivo y en lo profesional. Por eso es el mejor discurso que he escuchado jamás, y llevo unos cuantos, creedme. Porque brilla sin pretenderlo, porque resuena en nuestras cabezas pese a pronunciarse en voz queda, casi un susurro. Un testimonio que hace que el Rector raje delante de nosotros el texto que tenía preparado, e improvise las palabras que le dicta el corazón en ese momento, porque no puede ser de otra forma. Ese es el camino. Estamos orgulloso de ti, Elena.

Elena Villaseñor (foto: @artemacario)

Las miradas vidriosas de padres, abuelos y compañeros bendicen la ceremonia. Felicidad por pertenecer a una tierra manchega y a una Universidad que asocian valores y progreso. Por eso caigo en la cuenta de que estaba equivocado cuando refunfuñaba al principio sobre la próxima generación. Ya está aquí y en casos como este es mejor que la anterior. Lo que ocurre es que, si a nivel general no se tiene esa impresión, si lo que vemos en la televisión o en nuestro día a día no nos lo confirma, a lo mejor es porque simplemente no les hemos dado la posibilidad que merecen estos nuevos profesionales. Quizás es el momento de renovar a la gente que usurpa el puesto que ellos debían ocupar desde ya. Puede que el mundo no mejore simplemente porque no les damos su oportunidad.

El espejo.

Esas malditas alcantarillas

Por desgracia las conozco de memoria. Son 9 desde la rotonda del Quijote Power Ranger hasta la de la entrada a la avenida del hospital. La primera hay que tomarla por el centro para no despegar con el coche, la segunda y la tercera por la izquierda, la cuarta por la derecha. El resto alternativas a izquierda y derecha. La entrada a la residencia es triste. Conduzco al hospital una silla de ruedas con un radio roto y dos cubiertas desgastadas y reventadas por el uso. La silla zigzaguea y se queja más que el enfermo. No sabéis la humillación que resulta eso para un ciclista que compra hasta las últimas estupideces como yo. Y no por el vehículo, sino por lo que supone para el paquete que llevas. Maldigo la pala para apoyar los pies que no funciona y hace que mi padre arrastre el pie derecho y se lo pille a ratos debajo de la silla. Que a la quinta vez que se lo coloco le haga daño y sea consciente en ese preciso momento, por su mirada que aguanta el dolor, que ese recuerdo me va a perseguir toda la vida. Maldigo al malnacido que ha aparcado en la rampa y hace que tenga que cruzar por la acera. Avanzo por una entrada llena de chicles sucios, de papeleras sin recoger, de gente que fuma delante de los carteles de espacio libre de humos. Pero esta gente no me molesta.

Estado de la cubierta de la silla de ruedas que ofrece la residencia

No me molesta la gente que te hace esperar tres horas para la sesión de radioterapia porque no sé qué cosa le ha pasado a la máquina. Me molesta que a las tres menos diez, cuando vas a pasar, tengas que esperar otros cuarenta minutos, con tu padre ya cagado, porque hay cambio de turno y el operario no puede salir cinco minutos más tarde, que eso no está en el convenio. Blasfemas y rezas a la vez a dios y al diablo esperando que el Karma un día le depare lo mismo al simpático operario. O más fácil, sólo les pides a tus amigos del infierno que te permitan encontrarlo una noche en una esquina sin farola un minuto antes de que esto reviente. El resto lo pongo yo.

Reconoces a esa extraña fauna que aparece fruto de la necesidad, de la enfermedad o del sufrimiento. Un buen número de personas que existen, pero que nadie quiere reconocer. Carne de cañón para ser estafadas por su dolor, el mejor de los negocios. Es fácil descubrir la mirada de los corredores de fondo de camino de la desgracia, de los desahuciados. Es la misma mirada de los soldados viejos, hace mucho que no se quejan.

Reconoces el valor de una sonrisa entre los enfermeros o celadores que doblan o triplican la carga de trabajo; porque el doble la hicieron los recortes, pero el triple la constituye el compañero que se escaquea. A los asistentes que lloran de rabia a escondidas porque no dan abasto a atender a los ancianos, a pesar de que sus jefes presumen que les pueden dedicar todo el tiempo del mundo a cada uno por separado. A los médicos que en segundos se percatan de tu situación y se hacen cargo de un paciente más que has traído desplazado, porque en otro sitio no se quieren comer el marrón, o hay que hacer caso a los políticos que dicen que hay que ahorrar en resonancias. Aquellos tendrán un gran futuro. Salvo por lo de la esquina, claro. Te das cuenta de todo. De lo fácil que está planteado el sistema para morirte sin que te dejen un ratito antes en una esquina a ajustar cuentas o puedas llamar a la casa de un político para conversar un minuto sobre dignidad. ¿He repetido mucho la esquina? De lo simple que es decir: “Hala está muerto, los papeles y fuera. A esperar abajo”. A la zona donde los buitres vuelven a colocarte mercancía en forma de cajas de madera. Y pese a todo te das cuenta que no estás solo. Te das cuenta cuando el de la cafetería nota que es la última vez que te tiene como cliente y al no tener suelto para pagar la puta tila no te la cobra y te devuelve las gracias con un nudo en la garganta.

Los amigos de verdad nunca te abandonan

Estás maravillado por el enorme peso que aguantan unas espaldas tan débiles, tan acostumbradas a decir “no pasa nada, venga da igual, cinco minutos más; yo lo hago sin cobrar, uno más no importa…”. Por escuchar con una sonrisa tu historia, que para ellos es la número 32.000, a pesar de que a ellos tú no les has preguntado cuál es su cruz. Esa inmensa cantidad de profesionales mal pagados ―entre tantos otros médicos, sanitarios, soldados, guardias civiles, maestros, policías—, que aguantan el peso de todo el sistema. Y el día que se cansen, ese día el frágil equilibrio se va a desbordar y todos nos daremos cuenta de quiénes eran el pegamento que hace que esta cosa que llamamos país no reviente.

Los mocasines manchados (historia de @MoniquillaMB sobre Afganistán)

Salimos de noche, con todo el equipo. Nos toca lo más difícil, asegurar la retirada. Es nuestro trabajo. Casi todos dormimos en el suelo del avión, ya sabéis el dicho: hay que dormir cuando se pueda, porque nunca sabes cuándo podrás volver a hacerlo. Soy un GEO y estamos a punto de aterrizar en Afganistán.

La tensión estos días ha sido enorme. Pocas veces compruebas tres veces que llevas los torniquetes encima, porque hay muchas posibilidades de que los utilices. Vives constantemente con la certeza de ser objetivo de un ataque terrorista, escudriñando las filas de personas en el suelo con un ojo, mientras que tienes otro pendiente de la silueta de los tejados, de las ventanas y de la línea de la carretera. El arma a punto, el dedo estirado encima del gatillo. Cargador largo montado y unido por cintas a un segundo cargador para que puedas recargar en dos segundos. Hace un calor de mil demonios. Huele a orines y hay un rumor uniforme que lo llena todo: un rio de gargantas roncas de gritar y de llorar.

Dos combatientes talibanes

Y allí está ella. La segunda al mando de la embajada. La última en abandonar el barco junto con el embajador cesado, que pese a ser destituido hace meses decidió continuar en su puesto. Está dando instrucciones delante de mí, organizando la fila o lo que sea. Tiene una apariencia frágil, pero es solo apariencia, os lo dice uno que entiende de estas cosas. Está rodeada de hombres armados que esperan encontrarse en cualquier momento bajo fuego Talibán o reventados por una bomba yihadista. Ella va sin casco y lleva un chaleco antifragmentos sin abrochar sobre una blusa. Pantalones de género y mocasines manchados de barro. Sabes lo que eso significa en el caso probable de una explosión o de un disparo: que no la cuentas. Ella también lo sabe.

Los mocasines manchados (www.elmundo.es)

Tiene los ojos rojos, de dormir alguna hora con suerte en los últimos cuatro días. Con la mirada del soldado viejo, la misma de miles de caras en miles de guerras. Vuelvo a fijarme en sus mocasines de oficina, el atuendo de las reuniones en la embajada, manchados de barro Afgano y he de confesaros que la imagen me llega a emocionar. No sé si sospecháis lo que supone eso para alguien como yo. Lo que implica que el político al mando se meta literalmente en el lodazal junto a nosotros. Que sude (que quizás sangre) y que pase miedo junto a ti en la primera línea de combate.

Meterse en el barro

Sientes una punzada de afecto especial por esa persona, que en pocas horas se convierte en franca camaradería. Gente que hace más allá de lo estrictamente necesario, de eso sabes un rato. La clase de personas que además de comportarse de forma honrada, se comporta con honor. Sabes que independientemente de lo profesional, serías capaz de cruzar el infierno por seguir a esa persona o por defenderla. Y sabes -porque lo sabes-, que dado el caso de que pintasen bastos, le darías sin dudar tu arma corta, si tocase luchar espalda contra espalda antes de diñarla. Mujeres como ella han sido los pilares sobre los que se asentaron nuestros infinitos horizontes. Las que, cuando toca, son las que disparan un cañón enardeciendo a combatientes que flaquean, o hasta tiran de navaja para degollar franceses. Tal cual.

Paula Sánchez y Gabriel Ferrán Carrión, exembajador (www.elmundo.es)

Regresas en el último avión abarrotado, con ella revuelta junto a todos nosotros. Rota por el cansancio, pero con la cara seria. Pensando en los que se han quedado atrás.  Se llama Paula Sanchez Díaz, diplomática vocacional apasionada por la seguridad en Oriente Medio y por la defensa de los derechos humanos. Culta y comprometida con el progreso de la mujer en los países islámicos. En sus actividades profesionales nunca llevaba velo. Eso sí era una forma real de ayudarlas. Un símbolo. Como sus mocasines manchados de barro con los que desembarca al llegar a casa, con la misma ropa. Solo cambia el chaleco por una chaqueta ligera y una pequeña maleta. Para las fotos se sitúa discretamente detrás del embajador, en segundo plano. Nos saluda uno por uno para despedirse de nosotros y me doy cuenta de que su cabeza sigue a miles de kilómetros de distancia.

El regreso a casa (www.abc.es)

Percibo claramente dos cosas. Que con esos mocasines manchados seguimos siendo la mejor infantería del mundo. Y de que, si mujeres con esos ovarios de granito hubiesen sido nuestros gobernantes alguna vez, otro gallo nos hubiera cantado a lo largo de nuestra historia.

Photo by Alex Fu on Pexels.com

Camino a Lordsburg

Este es el desenlace de la penúltima carga a caballo (con los fotogramas al hombro) de ese ejemplo de tantas cosas que es Jose Luis Vázquez, crítico de cine. Hace unos meses os hacía partícipes aquí de su crítica situación. Hice un llamamiento Fordiano a resistir junto al último cinéfilo en nuestro Álamo particular, y he de decir que la respuesta y su difusión en redes fue espectacular. Obrasteis el milagro. Acudisteis en legión, cabalgando en columna de a dos con el sol del desierto poniéndose a vuestra espalda desde muchos rincones de España y de otros 24 países. El artículo en este modesto blog tuvo más de 6500 entradas y pudimos (utilizo el plural porque este éxito es fundamentalmente vuestro) comprobar por una vez como todo el mundo hace piña para arrimar el hombro. Para salvar una situación injusta. Dicen que las afrentas o los favores que te hacen a ti son fáciles de encajar, pero los que se hacen a alguien que aprecias nunca se olvidan. Por eso os doy las gracias a nivel personal por vuestra respuesta.

José Luis Vázquez

Aparte de por esta vía, se recibieron miles de correos emocionantes y llamadas para intentar salvar del incendio esa filmoteca andante que es Jose Luis como persona; que como institución estamos hablando de la historia diaria del cine en Ciudad Real durante más de tres décadas. En alguno de esas propuestas planteabais soluciones como una que llegó hasta a tener nombre: “la taquilla de José Luis”. Ceder el simbólico precio de una entrada para pagarle, digamos, un molar. Conociendo su percal de ser honesto y de además parecerlo, sabía que esto no iba a ser posible. Pero lo que quedó claro es que la solución ideal debería a ser posible generar un espacio que cultura que perdurara más que nosotros.

La idea que sí fue aceptada fue la de crear un cinefórum como asociación que trascienda el hecho de ver películas y que en algún momento pueda llegar a ser además un foro de discusión y de libertad. Algunos añorábamos un espacio llamado “La Clave”, los que peináis canas sabéis de lo que hablo. Pues este fue el Álamo en el que decidimos resistir. Y crear una asociación cultural sobre cine, justo en el peor momento en el que las salas están cerradas, tiene poco de rentable. Una temeridad. Pero hay que ir a Lordsburg.

Proyección el 7 de septiembre SOLO PARA SOCIOS

Y la primera batalla comienza el 7 de octubre, pero nos acompañará en esta lucha perdida la última leyenda viva. Un viejo pistolero llamado Clint Eastwood. Porque los fordianos a la hora de elegir causas pedidas siempre tuvimos suerte. Dada la situación de aforo limitado y otras particularidades se ha optado por una opción formal. No sé si será la mejor, pero es lo que hay. Por el momento se va a emitir una película a la semana solamente para socios, de forma que por 5,5€ de entrada se vea una película de estreno (La primera es Cry Macho, la nueva de Eastwood), precio que incluye 2€ para gastar en consumiciones de los locales del cine. La cuota de socio anual es de 50€. Se podía haber hecho fraccionado o de otra forma, pero es lo que hay, ya no podemos transformar el sable en un arado. Para hacerse socio hay que seguir estas instrucciones.

Por eso os convoco al 7 de octubre. Y si consideráis que podéis ayudar haciéndoos socios aunque no podáis venir, siempre seréis bien recibidos en nuestro Innisfree. Los que nunca valoraron (ni pagaron) la cultura, los de la calle mayor, huyeron en desbandada desde hace mucho. Esto esto no tiene que ver con los que quieran asomarse puntualmente a estas sesiones. En cuanto se resuelvan los problemas sobre aforos de resolverá este problema. Para los que nos queráis acompañar o difundir esta lucha, poco más tengo que deciros. Un abrazo Fordiano.

El pintauñas rojo (una historia real de @fortachi1932)

Dedicado a @fortachi1932 y a todos los que sirvieron en Afganistán

Me llamo Kamila. Soy una niña afgana de 9 años. Mi hermana se llama Sama y tiene 6 años.

No tenemos muchas cosas divertidas que hacer. Ponemos barcos de papel en un gran charco que hay en la carretera y vemos como los mueven las olas que provocan los coches que pasan. Siempre que jugamos en la calle viene algún niño y nos manda callar, o que dejemos de hacer lo que estamos haciendo. De reír. Nos gusta jugar con los soldados. Los que hay ahora son un poco más pequeños que los que había antes. Más morenos. Son más como nosotros. Por eso nos dejan jugar con ellos. Nos traen caramelos, piruletas, bollos de chocolate, zumos y bolsas llenas de golosinas con colores como nunca hemos visto. También nos sonríen, nos miran a los ojos y juegan con nosotros. Nos dejan ponernos sus cascos y nos suben en el techo de sus coches o incluso a hombros. Siempre están rodeados de niños, cuando aparecen por el pueblo todos corremos detrás de ellos. No les molesta. Vienen de un país que se llama España.

Repartiendo los zumos de la comida

Los niños siempre esperan a que les den las bolsas de caramelos. En cuanto nos dan alguna a una niña nos pegan y nos las quitan enseguida. El otro día un soldado muy alto con barba pelirroja estuvo esperando a que se fueran los chicos para darnos una bolsa grande a mi hermana y a mí. La cogimos y volvíamos corriendo a casa, muy cerca, pero los chicos estaban pendientes de nosotras y vinieron a quitarnos los caramelos, como siempre. Antes de que les diésemos la bolsa, el soldado, que también estaba pendiente, vino corriendo y se interpuso entre el corro de niños y nosotras dos. Empezó a vociferar e incluso llegó a empujar a algún niño de los más grandes hasta que todos desaparecieron. Entramos en casa con la bolsa como si fuera un tesoro sin que nos quitara el ojo de encima.

Mi madre ha estado viendo la escena desde una rendija de la puerta. Cinco minutos después me manda a darle una cosa a aquel hombre. Me acerco al transporte y le digo a otro soldado que quiero hablar con el hombre alto pelirrojo. Que tengo un mandado de mi madre. El artillero interpreta mis gestos mejor que mis palabras y asiente con la cabeza. Va a buscar al soldado. Yo no lo entiendo, pero le dice con sorna: “mi sargento primero, tiene visita”. Aparece de nuevo el de las chuches y me mira con cara de estupor. Le entrego el recado de mi madre con mucha vergüenza y mirando al suelo. Cuando mira lo que le doy se queda estupefacto: es un pintauñas rojo. El hombre enorme balbucea y dice que no con la cabeza, pero encuentra la silueta de mi madre en la puerta entreabierta hacia donde señalo. Mi madre asiente con la cabeza. El hombre parece comprender, se pone rojo y se guarda el frasco. Yo vuelvo corriendo con ella.

El pintauñas rojo

Aquel día, hace ya muchos años, no entendí bien el gesto de mi madre y si aquel soldado lo había malinterpretado, o si incluso lo consideró una estupidez. Hoy entiendo que mi madre quisiera enseñarnos que se debe agradecer al primer hombre que nos había defendido delante de otros hombres. Yo tenía 9 años, en cuanto tuviera el período cambiaría el pañuelo blanco por el velo que me tapa toda la cara y me casarían. Nunca volvería a jugar. Por eso recuerdo buscar aquella tarde a mi madre azorada en la caja de las cosas prohibidas. En esa caja había una foto en blanco y negro de unas mujeres con las piernas al aire. De esa caja sacó el pintauñas rojo y me pidió que se lo llevara al hombre que nos había defendido de los otros niños para que no nos quitaran los caramelos. Era muy importante que nadie salvo el soldado viera lo que era.

Hoy sé que ese regalo tenía además una carga de orgullo para mi madre, porque una de las mujeres que llevaban minifalda en la foto tomada en 1970 era ella. Aquel pintauñas era suyo, y quería recordar a los soldados que en algún tiempo vivió como en el sitio de donde ellos venían, en aquella España lejana. Quizás algún día yo podría ser como mi madre o como las familias de aquellos soldados.

Mujeres afganas en 1970

Aquel sargento de la ISAF entendió el gesto a la perfección y conservó el pintauñas de la foto toda su vida. Fue el objeto más valioso que trajo de Afganistán. Años después, las noticias tristes como las actuales hacen imposible el deseo de aquella niña. Pero aquello no fue en balde. Kamila siempre se acordará de aquel sargento y del pintauñas de su madre. Siempre tendrá la esperanza de que algún día otro de aquellos soldados devuelva un pintauñas, quizás el mismo, para que alguna de sus hijas lo pueda utilizar. Ojalá sea el soldado pelirrojo, o aquellos otros españoles que jugaban con ella y su hermana. Los echa de menos. Nunca los olvidará.

¿Qué complementos nutricionales de Ajo y Alicina elegir?

¿Qué complementos nutricionales de Ajo y Alicina elegir?

La duda es simple, pero importante. Los beneficios que aporta el ajo son claros. Pero ¿Debo tomarlo crudo o en cápsulas? ¿Encurtido se pierden las propiedades? ¿Las cápsulas de las tiendas naturistas son eficaces o tienen menos nutrientes?

Para responder a la pregunta paso a desglosar algunas de las evidencias que hemos podido comprobar después de más de dos décadas de investigación en el Departamento de Ingeniería Química de la UCLM, incluidas en una patente.

Reseña de prensa sobre la segunda patente

La alicina es la clave

El ajo tiene muchos compuestos beneficiosos para la salud: Selenio, Zinc, Magnesio, Hierro, prostaglandina E1… Entre todos, el que destaca es un compuesto de azufre que se llama alicina (en realidad pertenece a un grupo de compuestos que se llaman tiosulfinatos). De entre todas las variedades, el ajo morado de las Pedroñeras es el que tiene mayor contenido en alicina, cinco veces superior al ajo chino. solo es un poco más caro, echa cuentas que conviene.

Ajo Morado de Las Pedroñeras

Este compuesto es un potente antioxidante, disminuye la tensión, el colesterol, es antiinflamatorio, anti-helicobacter pylori, antibiótico, antitrombótico y elimina células tumorales In vitro.

Estructura de la Alicina

La alicina se degrada fácilmente. Por eso es antioxidante, porque se oxida antes que otros, preservándolos. Es como un diferencial de la corriente eléctrica; o como la capa de aceite que usamos para cubrir un metal, que al oxidarse primero protege la superficie. La alicina se degrada a temperaturas superiores a 70ºC. De ahí viene el dicho: Ajo cocido, ajo perdido.

El dicho no se equivoca: Ajo cocido, ajo perdido.

LA abuela concha

Conservar es la clave.

Esta circunstancia es la más importante del proceso. La degradación de la alicina es casi inevitable a las pocas horas o días. Malas noticias: los ajos encurtidos no tienen alicina, ni ninguna de las píldoras de ajo que se venden en centros comerciales o parafarmacias. En este artículo demostramos que si no se somete a un proceso de conservación, la alicina se degrada en pocas semanas. Una fecha de caducidad demasiado corta para poder hacer ciencia o un producto. Para la publicación de la patente tuvimos que analizar todas las marcas comerciales existentes en las farmacias o herbolarios y pudimos comprobar que en todas ellas la alicina se había oxidado completamente, salvo en una que retenía una pequeña cantidad por haberse sometido a un caro proceso de conservación por frío.

La ciencia al rescate.

Parece claro entonces que estamos abocados a comer ajo crudo, pese a los “inconvenientes” en cuanto a olor o aliento y a veces reflujo que provoca. Es justo decir que esos inconvenientes son causados por su eficaz dispersión en el organismo, una característica que es ideal para una medicina.

Pero para disfrutar de la máxima cantidad de alicina evitando comer ajo crudo, está la ciencia y los procesos de conservación. A eso es a lo que me he dedicado estos últimos veinte años. Primero hubo que medir bien el contenido en alicina (cosa que no es fácil), luego extraerla y concentrarla al máximo. Y por último, estabilizarla porque en caso contrario se degradará. En nuestra patente conservamos la alicina mediante liofilización, con lo que mantiene su concentración más de cuatro años. Estos ya si son números para poner como fecha de caducidad en un producto comercial.

Alycin SP1 y CV1
Alycin DM1

Los complementos con alicina.

Para responder a la pregunta sobre cómo comer alicina estable tenemos dos opciones. Se puede comer ajo crudo o cápsulas en las cuales la alicina exista realmente, como consecuencia de un proceso de conservación. En cuanto al crudo yo soy partidario del morado, porque aunque es un poco más caro tiene mucha más alicina, con lo que compensa. En cuanto a las cápsulas, las únicas del mercado que tienen alicina fueron desarrolladas en nuestros laboratorios y protegidas mediante una patente. El extracto liofilizado se llama Alibén® y la patente la explota una empresa que comercializa la alicina en tres productos CV1, DM1 y SP1. Su nombre es Alycin (web).

Cualquiera de las dos opciones es válida. Mi abuela siempre dijo que lo barato sale caro. Mi abuela siempre tuvo razón.

Flor de Ajo

Si quieres alguna información adicional la puedes encontrar aquí:

Compementos nutriciones: Alycin DM1

Cuba os sabe de memoria (la historia NO os absolverá)

Parafraseando al gran Nicolás Guillén en su poema al Comandante Guevara: Cuba os sabe de memoria. Me es difícil opinar objetivamente porque no me considero del todo extranjero en aquella tierra. Uno se ceba hablando de sus afectos y Cuba me duele, porque es más que amistad o simpatía: es sangre, familia. Por eso seré subjetivo, espero que me perdonéis.

Es muy complejo describir la historia reciente de Cuba desde el año 1955. Siempre dije que sería injusto hacer ese resumen en una frase en la que la foto actual pesara tanto en nuestro juicio. Lo voy a hacer: en el 55 una revolución acaba con un dictador para que el líder de ese movimiento hoy día ocupe su lugar ejerciendo otra dictadura. Parece simple, te quito y me pongo yo. El problema, lo injusto, es lo que sucede entre esos dos momentos tan diferentes. Lo triste son los conceptos que se corrompen, son las personas, los que sufren. Los de siempre. Los héroes abandonados, traicionados por sus dirigentes y por ser fieles a sus ideas.

Cuando un pueblo enérgico y viril llora…Fidel Castro

El problema es que el pueblo que derrota a Batista hace siete décadas es un pueblo soñador. Se alfabetiza a una sociedad, se consigue una sanidad pública del primer mundo. Se crea progreso como no lo había siquiera aquí en ese momento. Las flores de la revolución son hermosas, pero efímeras. La gente parecía feliz. Los hombres bebían ron compartiendo botellas y fumaban largos cigarros que dejaban un rastro de humo azulado. Olía a mar, a humedad, a sol. El sonido de los pasos tenía ritmo de son. En aquella época si tenías un problema, cualquier persona que pasaba por la calle arrimaba el hombro para ayudarte como si le fuera la vida en ello. En aquellos tiempos el destino de una nación parecía regido por el corazón de las personas. Los hombres eran invencibles. Vivían el presente y tenían la certeza de que estaban cambiando el mundo.

En aquella época palabras como “propiedad” o “delito” tenían un significado diferente al que estamos habituados. Propiedad significaba presente, era uso, era necesidad responsable. Delito era no compartir un trago de ron con un compañero o no poner un plato más de arroz con frijoles a la mesa cuando se presentaba alguien en casa. Esos hombres abrían su corazón a cualquier desconocido porque no tenían miedo de opinar. De rebatir, hasta de abroncar a los policías con sólidos argumentos, como ahora. De mirar a los ojos y hablar alto incluso a los poderosos. Incluso a los Dioses. En aquella vida no era raro encontrar un revólver debajo de tu almohada, o un machete al lado de la palanca de cambios del coche. Aquellos seres eran simples como niños, puros en sus defectos y virtudes. Preferían los fusiles a las medicinas, las rosas a los fusiles, y los sueños a las rosas. Aquellos hombres se llamaban “asere” entre sí y mataban a los delatores y a los cobardes.

Acto de repudio a una activista por parte de la policía cubana

Pero ese tiempo ya no existe. Se perdió, y no fue culpa de las personas, que siguieron al pie del cañón, creyendo en los dirigentes. Esos que asumen el comunismo en 1965 (en contra de la opinión del Che) y comienzan a hacer experimentos económicos en la isla para la Unión Soviética. La economía revienta, cae el telón de acero y Cuba es abandonada a su suerte.

Habana vieja. Actualidad.

Comienza una travesía hacia la miseria en la que las personas ahora van a caminar al trabajo hasta que se desgastan las suelas de los zapatos, porque es lo que les dicen. Cada vez hay menos comida en el racionamiento. Aguantan un hipotético bloqueo de productos que se pueden comprar en dólares en el mercado negro, para los que curiosamente ya no hay bloqueo. Si pensasen mal sospecharían de que alguien se está enriqueciendo a su costa, pero eso es imposible entre compañeros.  

Los CDR colocan a un chivato en cada esquina. Fidel se entera de un nuevo chiste sobre él una hora después de que se invente. Desaparece la carne y surge el picadillo fosforado, las croquetas de ave(rigua), la masa cannica. Simultáneamente los dirigentes empiezan a engordar.

Todos cobran casi lo mismo, el problema es que esa cantidad es metafórica. Los neurocirujanos van al trabajo con las manos manchadas de la grasa de la cadena de la bicicleta china, porque los carros son para los altos cargos del partido. Todo el mundo quiere trabajar en el turismo porque las propinas son en dólares. La gente tiene que resolver. Doble mercado y doble moral. Madres intentan convencer a sus hijas de meterse a jineteras en vez de ir a la universidad. En los baños de las residencias universitarias los alumnos se limpian con libros caros gratuitos porque no hay papel higiénico. Catedráticos son felices porque sus hijas tocan el bongo en vez de estudiar. Todo esto no me lo han contado. Ya se sabe que el sistema está podrido. Las barrigas de los dirigentes engordan escandalosamente, queridos amiguitos, papaítos y abuelitos.

Habana vieja en la actualidad

La gente sigue sufriendo y aguantando la lenta agonía. Los versos de Martí han cambiado: “Viví en la bestia, y cómo se extraña…” Dos décadas llevo sin viajar allá, pero imaginaros el fin de esta historia hasta la foto actual. Hijos de dictadores con yates o aviones particulares. Qué tristeza, la mejor gente con los peores dirigentes. Que la burguesía roja, como se dice allá, es la peor, porque no debería existir por su contrasentido. Porque es un oxímoron que acaba convirtiéndose en un pleonasmo.

Me avergüenza la falta de atención que os estamos dando, la tibieza de nuestros dirigentes y medios. En otro tiempo hubiéramos organizado unas brigadas internacionales, pero ahora solo somos un puñado que cobardes mirando al suelo y esperando que la ola no nos llegue a nosotros. Los cubanos lo hicisteis y lo volveríais a hacer. Pero confío en vosotros, hermanos, porque sabemos que cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla. Tenéis tanta hambre que os habéis comido vuestro temor. Y de vosotros aprendí que solo es libre el hombre que ya no tiene miedo.